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sábado, 17 de marzo de 2012

La soltería de Adele

Me quedé abrazada a ella mientras lloraba. Sentía su mirada sobre mí y yo, no podía parar. Puse una de mis manos sobre la de ella, ya que no quería que me soltase. –Tranquilízate… - Susurraba mientras acariciaba mi brazo con su pulgar. Cerré los ojos mientras lo hacía y jadeaba leve. Mi barbilla temblaba en símbolo de volver a llorar y no podía hacer nada con eso. Le abrazaba mientras olía su aroma y sentía su corazón con mi oreja en su pecho. No podía hacer nada y sentí que quería parar ese momento para quedarnos ahí quietas las dos.
-¿Sabes…? – Dije mientras miraba al frente. – No quiero volver a casa… No quiero… irme de aquí ahora… - Ella me miró levantándome un poco la cabeza con el hombro y yo observé sus ojos. Jamás había estado de ésta forma con ella y sentí una mirada diferente. Me besó la frente y volvió a abrazarme de la misma forma mientras yo acariciaba su mano.
Al rato, me miró de nuevo. -¿te sientes mejor?- Dijo mientras me miraba, me incorporé un poco, sin dejar que me soltase. –Sí… un poco…- Dije mientras le miraba aún cerca, a los ojos. –Ya ¿Eh? No te quiero ver más así… - Decía con un poco de tristeza en su mirada y le acaricié la mejilla. Le miraba a los ojos a pocos centímetros de su rostro, pasé el pulgar por sus labios y me acerqué a los mismos. – Joder…- Susurré mientras me acercaba a ella, rozando sus labios con los míos. Ella entreabrió sus labios, le miré a los ojos y los cerró, acto seguido, los cerré. Tomé su nuca con suavidad mientras traté sus labios con delicadeza y ella me siguió colocando una de sus manos en mi cintura. Me alejé un poco de sus labios y apoyé mi frente en la suya. – Quisiera que éste momento se parase y quedarme impregnada en tus labios para siempre… - Bajé mi otra mano a su cintura y una lágrima recorrió mi mejilla. – No llores… - Secó mi lágrima con una mano y más tarde me besó leve en los labios. – He soñado tantas veces con éste momento… - Susurré mientras apretaba los ojos. –Dime que esto no es un sueño, dime que soy libre y que hice esto sin problemas y que me quieres… - Ella esbozó una leve sonrisa. – Tranquilízate… Esto, es real, yo estoy aquí… - Decía mientras me miraba a los ojos. Se acercó a mis labios y sonrió diciendo. – Yo, te quiero… - Me mordí el labio mientras ella se acercaba. Paré de hacerlo para ahora, besarla. Tras un rato sumida en sus labios, le propuse ir a caminar y ella aceptó. En el camino dudaba si cogerle la mano y ella lo hizo por mí. Pero entonces deslicé mi mano hasta su cintura para caminar agarrada de ésta. Le besé la mejilla. Ella metió su mano en el bolsillo trasero de mi pantalón y yo le paré mientras caminábamos, dejando su mano en el mismo sitio y abrazándola. – Te quiero… - Le susurré al oído y más tarde besé éste bajando por su cuello, mordiendo éste leve entre besos, le dejé una marca de mi estancia por el sitio con los labios. – Es difícil controlarse ahora después de tanto tiempo desearlo… - Ella me miró a los ojos y me dijo. – No quiero que lo hagas, hoy tengo la necesidad de quererte, y quiero hacerlo… No quiero ir rápido, pero quiero quedarme aquí viendo el tiempo pasar rápido, contigo – Sonreí mirándola a los ojos. – No sabes cuánto he deseado escuchar todo eso. – Me ruboricé un poco mientras le miraba y bajé la mirada. Ella me volvió a besar y yo, cerré los ojos. Cuando terminó la abracé con fuerza, sintiendo su correspondencia contra mí. Entonces el día que tuve, sabía que había merecido la pena por tenerla ahí, entre mis brazos como siempre había deseado.

Adolescencia época épica

Era el primer día de instituto, estaba tan emocionada que no pude más que soñar con ello, cuando pude dormir. Me levanté de un salto y me vestí rápidamente esperando que mi hermano mayor me acompañase a ello. Conocería gente nueva y tendría nuevos amigos con los que poder hablar, o eso es lo que pensaba.
El primer día pasó muy rápido, la tutora parecía maja y los compañeros no tenían mala pinta, al menos, algunos. Había otros que no me dieron muy buena impresión, pero pensé que no tendría problemas con ellos.
La primera semana no fue mal, pero me costaba tanto relacionarme con todos… No encontraba el momento exacto en el que meterme en una conversación, aún así, en clase no iba demasiado mal.
Llegó una clase de francés en la que, me tocó preguntarle el nombre a una chica. – Vamos, Adele, pregúntale el nombre a… ¡Ella! – Asentí y la miré. – Comment tu t’apelle? – Dije mientras la miraba, con mal acento francés. – Je m’apelle Mónica, et toi? – Respondió a petición de la profesora. – Je m’apelle Adele. – Sonreí y pensé que podía haber echo una buena amistad con tan solo una palabra, y supuse que al acabar la clase podría hablar con ella sin vergüenza, pero no fue así. Al final de la clase se fue. No me preocupé, pensé que las demás semanas, podría ir mejor y no pasaría nada porque podría hacer amigos. Siempre hablaba con una chica, la cuál era prima de una antigua amiga mía, y me sentía muy bien hablando con ella, pero sin embargo ella tenía un grupo de amigas y a mi me daba mucha vergüenza ir con ellas, porque me costaba. Aún así a veces me iba con ellas. Llegó una temporada en la que me vi sola y siempre estaba triste y siempre todos, se burlaban de mí. Veía cómo la gente salía al recreo y yo estaba deseando que un profesor nos retejiese más en clase para poder no salir al recreo y no se burlasen de mí… Pero cada vez que lo deseaba, nunca ocurría… Me pasaba los días escondidas bajo la escalera hasta que decidí encerrarme en el baño para tratar de evadirme de las burlas, aún así… No lo conseguía. Los profesores me decían que saliese al patio y yo salía, pero no podía evitar llorar cuando recordaba cómo eran las cosas en el colegio y cómo estaban siendo ahora. Me sentía tan sola al ver a todos con un amigo de siempre. Mientras que yo, proveniente de otro colegio, era arrastrada al rincón más oscuro… La soledad. Para colmo, mi mejor amigo decidió dejar de quedar conmigo, ¿quién iba a querer estar saliendo con una anti-social que trata toda su vida de evadirse de los demás por miedo al rechazo? Me sentía imbécil y sin ganas de seguir… En ocasiones, no aguantaba las ganas de gritarle al primero que me volviese a insultar, como cada día, hasta que una vez lo hice.
En mitad de una clase, no paraban de picarme y salté, comencé a gritarle como loca verdades increíbles y todos se quedaron callados, pero con ganas de más. El profesor mandó silencio y yo me callé mordiendo encías, pensando que ese sería el fin de las burlas. Al día siguiente, en la última hora, me quedé sola al mandarnos por pareja y yo, me quedé sola. Los veía a todos y me apoyé en la pared a la espera de que la profesora me dijese algo que hacer, pero ésta salió y como consecuencia me tocaría pagar a mí. - ¿Otra vez te has quedado sola, eh? Jajaja, qué lástima de ti… - Me miraba y yo la miraba. – Déjame, ¿Vale? – Decía mientras trataba de aguantar mis lágrimas mirando al suelo. La otra profesora de educación física, al verme terminar llorando preguntó desde lejos que qué estaba pasando y yo no supe decir nada. Mientras ésta se iba acercando la chica se acercó a mi y habló. – Atrévete a decirle algo que te juro que te cojo a la salida. – Negué como idiota, mientras ella y sus tres secuaces se daban la vuelta. Entonces la profesora me preguntó que qué me pasaba y le respondí que me había quedado sola de nuevo.
Ese mismo día había llovido muchísimo y estaba todo el suelo encharcado así que de vuelta a casa, los tres secuaces de la anterior chica comenzaron a darme por atrás con el paraguas y yo, no podía hacer nada. Al llegar a un charco le salpicaron con el pie hasta mancharme parte del pelo y mientras bajaba la mirada entre lágrimas, éstos seguían haciendo lo que les salía en gana. No hice nada por ello e hicieron que tropezara poniendo el paraguas en mis zapatos. Traté de caminar más rápido y ellos pasaron de mí. Llegué a casa, solté la maleta, saludé a mi madre y comí. Me encerré en mi cuarto a hacer la tarea mientras lloraba. Los profesores no me hacían caso y llegué a tal punto de no poder más que se lo conté a mi madre, ya que ese mismo día vio mi ropa machada. Ella fue a hablar con los profesores, pero no hicieron nada importante con respecto al tema y yo, no podía más. Los mismos imbéciles seguían siguiéndome por la calle, haciendo burlas desde atrás, tirándome cosas mientras caminaba con algún amigo y gritándome. Me llevé una temporada en casa, sin salir con nadie ni hablar con nadie, pensando que de ésta manera nada me podría dañar… Pero entonces me di cuenta que me estaba haciendo tanto daño como muerte a mi misma. Llegó el verano y no tenía con quien salir. Conocí a una chica que terminó por gustarme y salí con ella un tiempo, pero cuando me dejó el vacío que sentir al solo tenerle a ella fue tan inmenso como el boquete de un túnel para una hormiga. Lloraba todos los días y no tenía nadie con quien hablarlo para que me consolara y me ayudase a salir de ese trance así que me decidí a hacer lo más cobarde del mundo: Me iba a matar.
Conforme comenzó el tercer curso, seguía empeñada en esa opción e intentándolo. Nada decía que hiciese lo contrario: Me sentía sola, no salía a la calle con nadie, no me iba bien las notas, el instituto pasaba de mí, aquellos idiotas seguían metiéndose conmigo. ¿Qué iba a hacer?
Estaba decidida que una tarde iba a ser la última hasta que una voz envolvió mi oído para sacarme de ese pozo… - Adele, éste recreo no te vas a quedar allí sola en el pasillo. Vas a venir con nosotras y así hasta todos los recreos en los que sea posible, ¿Está claro? – Ella sonrió y yo, por una vez desde hacía mucho me sentí… respetada.
Algo fue sucediendo dentro de mí y yo, no lo comprendía, hasta que en un tiempo me di cuenta… Me estaba enamorando… Trataba de conocerla, hablar con ella, saber cosas sobre su vida y… Verla siempre que podía… Me enteraba de todo lo que podía, hablaba con una de sus mejores amigas, la cual también desde hace tiempo era amiga mía, pero aún no de tal forma. Sentí que podía sentir algo recíproco, pero me equivoqué. En ocasiones salía con gente a la calle, y conseguía olvidar los dos anteriores años, pero entonces volvían aquellos imbéciles a tirarme piedras.
Traté de volver a morir porque me di cuenta de que a pesar de ahora tener gente en clase, en la calle seguían burlándose de mí… Pensaba que no valía la pena seguir para eso y… Yo no sabía pedir ayuda. Hasta que con esa chica, me dejé llevar por lo que dijesen mis palabras. Tras mucho tiempo escondida, comencé a hablar de todo lo que me pasaba y ella, me comprendía. Le contaba que estaba enamorada, que me sentía mal, que tenía ganas de llorar por cualquier cosa y… Todo lo que sintiese en el momento se lo decía. En ocasiones, me contaba cosas.
Cuando la miraba, su mirada era brillante e intensa, como algo brillante mojado. Sentía ganas de abrazarla y llorar todo lo que necesitaba. Quería sorprenderla todo el rato para robarle una sonrisa y, cómo no, un poco de su tiempo. Le decía que le quería y que era muy importante para mí y trataba de hacérselo sentir. Y por primera vez después de 14 años, pedí ayuda a alguien. Le dije que no podía parar de sentirme mal y por ello tenía una obsesión con auto-lesionarme. Se lo contaba todo y cada vez que lo hacía, porque lo necesitaba y ella, me apoyaba.
Me escapaba de casa, para poder verla unos segundos y, me quedaba horas esperando a lo que fuera por verla un par de segundos. Pero a pesar de eso sabía que todo era estúpido y me seguía sintiendo así. Ahora sabía que tenía más miedo que antes. En un modo, no quería que ella se enterase, pero si no lo decía me iba a reventar el estómago. Fue en verano cuando lo solté todo, ese mismo verano… Ese mismo que jamás deseé que empezara para poder verla todos los días en el instituto, cuando estaba con una fiebre a matar, o cuando estaba con flores en el estómago por verla de las cuales salían pequeños pinchos de rosales cuando le veía hablar con otra persona que la hacía reír.
A pesar de pasar los recreos entre lágrimas por todo lo que mis circunstancias llamaban… Sentía que podía salir a veces, y que ella podía ayudarme más de lo que creía. Llegó el verano y, ya tenía que salir de todo. Le pedí ayuda y ella se deshizo de todo con lo que podía intentar decirle adiós. Me miró y me hizo prometerme que no lo haría… Lo prometí.
A pesar de todo, mis lágrimas siguieron hacia delante porque no podría conseguir lo que siempre había soñado y ya no sabía cómo reaccionar ante nada.
Traté de evadirme en las nuevas personas que me habían encontrado en el camino y ayudarme a salir del mal para el bien y conseguí salir. Aunque a veces me pinche con el rosal del curso anterior, se que podré salir…
Esto, no es una historia, esto, es mi realidad…

jueves, 15 de marzo de 2012

Sorpresa

Fu
e mientras estaba colocando unos libros en una estantería cuando se acercó por detrás de mí, agarrándome con cuidado y acariciando mi cintura, abrazándome cuando sus manos llevaron a mi tripa. Sonreí como una imbécil, más él, hizo lo mismo.
Miré hacia atrás y clavé mi mirada en sus ojos, brillantes y marrones, como siempre los recordaba al irme al acostar. – Hola princesa – Dijo mientras me dedicaba una sonrisa con amor. Le respondí dándole un beso en los labios y cerré los ojos dejándome abrazar.
Todo era perfecto, él, yo, unidos y abrazados felices… ¿Qué más podía pedir?
Entonces él fue bajando su mano con lentitud hasta llegar a la hebilla del cinturón. – No lo hagas – Decía con miedo, pero él seguía. Trató de quitar mi cinturón y lo consiguió mientras no podía resistirme a él. – No, no quiero que lo hagas, no – Le traté de quitar las manos pero su mirada parecía evadida y no parecía querer parar. Me impuse a su fuerza, pero él la triplicaba. - ¡QUE PARES! – Grité, pero no me oía y seguía tratando de calentarme. Me arrancó el botón del pantalón, ese pantalón que tanto me gustaba y tanto aprecio le tenía. - ¡SUÉLTAME! – Gritaba a espera de que hiciese oídos, mientras asustada, lloraba. –No… Por favor… - Seguía y me manejó hasta el lugar donde él quería llegar a algo más, ahora era un monstruo, no era él, en conjunto de hormonas se le habían juntado para un solo pensamiento: Practicar el coito. - ¡Suéltame! – Decía mientras él cogía sus cuerdas atándome sin poderme mover a una cama que nunca conocí y jamás hubiese deseado haber conocido. - ¿Por qué me haces esto? ¡Suéltame, joder, suéltame! – Decía gritando mientras lloraba, pero él siguió a lo suyo, decidiendo que me trataría como su juguete, un juguete muy íntimo. Las muñecas las sentía arder por el roce de las cuerdas y más de lo mismo en los tobillos. Con cuidado y entre gritos mientras él intentaba llegar al éxtasis, incluso agarrándome por el cuello, trataba de desatarme, lo conseguí.
Mordió mis pechos desnudos sin cuidado, dejándome al poco un cardenal en éstos que más tarde sabía que me dolería. - ¿Por qué haces esto? ¡Suéltame, joder! – Lloraba intranquila, hasta que él, se levantó. Entonces me miró mientras estaba acostada en la cama, desnuda y me soltó una bofetada que hizo mi labio sangrar. – Tú eres mía y siempre lo serás, ahora jamás podrás salir de aquí. Y para hacerte de mi propiedad… - Decía con maldad mirándome fijamente a los ojos, símbolo de autoconfianza. Cogió una navaja y trazó unas líneas haciéndome sangrar en la tripa y en las piernas. – Así nadie te querrá y de ésta forma, serás mía… Siempre… - Se volvió a acercar a los pechos y me volvió a morder uno de éstos. Dejó la navaja ensangrentada en la mesa y mientras trabajaba el sacar una sola mano para cortar las cuerdas, ésta se ahogaba, pero lo conseguí. Cogí la navaja con mucho cuidado de no hacer ruido y ahogada entre lágrimas y dolor traté de cortar las cuerdas siguientes, hasta que lo conseguí. Cogí mi ropa más cercana, poniéndomela encima y tapándome. Traté de saltar por la ventana ya que no era demasiado alta, y más tarde salí corriendo por la calle. No tenía dónde ir, desde que comencé a salir con él perdí a todas mis amigas, así que me arrinconé en un lugar de la calle donde él no solía ir nunca. Lloraba encogida, pues no era la primera vez que me lo había hecho y no sabía qué hacer. Sabía que me buscaría y que preguntaría por mí… Pero a pesar del amor que sentía por él, el daño que me hacía era mucho mayor. Y estaba cansada de soportarlo, tenía que refugiarme y no sabía donde ir. Recordé el local de una amiga donde ella solía estar y creí que la mejor idea sería reunirme con ella, en vez de estar sola y así de desabrigada en la calle.
Llegué al local, después de tanto buscarlo y llamé a la puerta. Efectivamente, allí estaba mi amiga, a la cual miré entre lágrimas. - ¿Qué te ha pasado, cariño? ¿Qué pasó? – Me miraba con gran preocupación mientras yo no podía evitar las lágrimas salir de mis ojos. Mi amiga corrió rápidamente a abrazarme mientras me decía que me tranquilizase y le contase todo. – Él lo… volvió a hacer por… más de décima vez… Trató de hacerlo cuando yo… No quería y… Se gozó de mí… cuando yo no quería… Y luego… - Me levanté la camisa que tenía mal puesta enseñándole las heridas que me había causado. – Dijo que de ésta forma nunca sería de nadie y… que nadie me desearía nunca… -
Lloraba con fuerza mientras mi amiga me rodeó con el brazo. – Mi vida, voy a curarte eso, ¿vale? – Asentí. – Te dije que él no era bueno, cielo… Que si sufrías lo dejases desde el principio, cariño… Será mejor que llamemos a la poli… - Le corté antes de que dijese algo más. – No, de eso nada… A la policía no, por favor, no puedo ir a la policía, no… Espera unos días que se tranquilice, él se pondrá bien en unos días y… todo irá bien… - Mi amiga suspiró. - ¿qué más te hizo? – Negué bruscamente, sin querer enseñárselo, mientras me cubría los pechos y cruzaba con cuidado las piernas. Mi amiga abrió los ojos como platos imaginándose lo que podría haber hecho. – Muéstramelo… - Negué mientras tenía miedo. – Necesito una ducha… - Dije sin fuerzas de si quiera poder levantarme. – Primero vamos a mi casa, te quedarás allí conmigo, te daré ropa, cenaremos y te ducharás…- Asentí aunque avergonzada.
Llegamos a su casa, más hermosa de lo que recordaba y me llamaron la atención las fotos. En casi todas salíamos las dos con una gran sonrisa y abrazadas.
- Vaya, qué de fotos nuestras… - Ella se puso nerviosa y yo le sonreí como pude, aunque me dolía el labio. Me llevó hacia la cocina mientras sacaba algo para cenar. – No tengo mucho, pero es algo – Negué – Cualquier cosa es demasiado ahora mismo- Me miró. – Pero tienes que comer… -
Cenamos ambas, mientras me hablaba de sucesos graciosos y eso me hizo desconectar.
Tras eso, me guió hasta el baño, y ahí comencé a quitarme la ropa mientras ella iba a traerme algo para luego. Me metí en la ducha, me sentí tan mal que me caí sentándome lentamente en el suelo, llorando con la ducha entre mis manos. Entonces entró. – Aquí tienes la ro… Oye, cariño… - Se acercó a mí abriendo la ducha, mientras la miraba lloraba. – Él me quiere… Sé que me quiere… - Decía mientras el agua caía sobre mí. – Tengo que volver a casa… - Mi amiga negó. – Hoy no irás a casa, podría ser peor, anda, venga, te ayudo a bañarte… - Entonces se desnudó quedando en ropa interior, ya que siempre tuvo mucha vergüenza y me ayudó a levantarme. Cogió el jabón y lo deslizó sobre mi espalda, los moretones de éste con cuidado y así sucesivamente hasta acabar con el cuerpo. - ¿Todo esto te lo hizo él? – Asentí mientras trataba de no llorar. Ella me abrazó y sentí cómo su cuerpo seco se mojaba junto al mío. Lloré de nuevo en su hombro. – Anda, vamos a secarte, cariño. Salimos, ella casi salía seca y yo puse los pies con torpeza en la toalla del suelo. Ella me secaba y me indicó que me sentase en el baño. Me fue desinfectando las heridas con cuidado ya que me dolían bastante. Más tarde comenzamos a vestirme y ella hizo lo mismo con ella misma. Fuimos a la habitación y me indicó dónde me quedaría, entonces negué pidiéndole por favor que no podía dormir sola. Ella dijo que me quedase en su habitación y yo se lo agradecí y le abracé.
Fuimos a la cama y me fui acomodando con dolor en todo el cuerpo, más tarde se acostó ella y me reposé sobre su pecho mientras lloraba y ella trataba de tranquilizarme.
Terminé dormida y contaban las noches la manera en la que me miraba. Ella me besaba la cabeza y me aportaba seguridad, aunque no se atrevía a decirme nada yo sabía que ella quería que me quedase con ella, a parte de la seguridad que me aportaría y la tranquilidad con la que estaría con ella, por algo más que no quería contarme.
Entonces llegó la mañana, y ella me sorprendió con un desayuno en la cama para intentar animarme. Dejó a un lado la bandeja y me miraba. Me dio un leve beso en la mejilla, parecía que no quería levantarme. Me acarició el pelo, poniéndolo en su sitio, sea cual sea el que fuese por la mañana y miraba mi dormir con ternura. – Princesa… Te quiero… - Entonces me desperté y la miré con los ojos semi-abiertos. – Esto… hola cariño… te he… te he preparado… el… el desayuno y… aquí está…- Me incorporaba sin fuerzas pues me dolía aún todo. – Cuando te lo tomes te pondré una crema para el dolor de los moretones, ¿Vale? – Asentí un poco triste, por el recuerdo que traía eso. Me puso la bandeja con la comida en las piernas y me senté. Siempre había soñado eso y nunca me lo habían hecho. Me pareció muy extraño que lo hiciese ella de esa forma. - ¿Por qué haces eso? – Ella me miró. – No entiendo, ¿el qué? – Le miré mientras tomaba un poco del zumo de naranja, recién exprimido, como siempre me gustó. Lo noté en el gusto, y en el toque de azúcar que le añadió, siempre justo y delicioso. – Sí, el… Cuidarme y, mimarme así… - Le miraba y me manché un poco la comisura mientras bebía y ella negó y me secó levemente ésta mordiéndose el labio.
Terminé de desayunar y rápidamente me dijo que me acostase de nuevo para ponerme la crema en el cuerpo. Noté sus manos con la fría crema que trató de calentar antes con las manos sobre mi cuerpo y cómo bajaba y subía con suavidad para no hacerme daño.
- Ah… - Me quejé. – Lo siento, princesa… - Recordé esa última palabra, cerré los ojos y lo dejé pasar. – No pasa nada… - Decía con una lágrima en los ojos, y cuando terminó me incorporé, quedándome en la cama sentada. - ¿Qué hice mal? – Ella negó mientras colocaba mi pelo tras la oreja y me miraba a los ojos. – Elegir a la persona equivocada, pero nunca es tarde… - Le miré. - ¿Tú estás enamorada? – Bajó la mirada y negó, mintiéndome. – No te creeo… - Me miró y sonrió un poco, sabiendo que le había cogido. – Lo mío es imposible… - El brillo que resplandecían sus ojos con la luz que la ventana dejaba entrar me hizo tener la necesidad de acercarme a ella para besarla. Nos quedamos calladas y ella me miraba con lástima, ahora fue ella quien lanzó una lágrima a su mejilla. La sequé con un dedo. - ¿Qué te pasa? – Le pregunté preocupada, pues no quería adelantar acontecimientos. – Lo siento… - Fruncí el ceño mientras ella me miraba. - ¿Qué sient…? – Entonces ella se acercó a mí callándome con un beso y no pude negarme. No sabía por qué, pero mi vida había cambiado de un dolor inmenso a una pasión por descubrir. Me gustó y decidí probar…
- ¿Y es por eso por lo que ella también es mi mamá? – Sonreí – Así es pequeña, mientras todo eso pasó, yo estaba embarazada de ti y ella me ayudó y me enamoré de ella, olvidé a tu padre… Y ya no supe más de él… Excepto que… - Mi pequeña me miró. – Él dos meses después entró a la cárcel y ya no sé más de él… - Ella me abrazó. – Quiero que seas feliz, aunque eso trate de estar con una mujer, me he criado con las dos y os quiero muchísimo como seáis, y tener dos mamás, ¡Es muy divertido!-

Something new

- Tengo miedo…
+ ¿A qué?
- A que pueda acabar todo esto…
+ Pero, miedo, ¿Por qué? ¿Acaso lo desconoces?
- Eso es lo peor, que lo conozco.
+ Entonces, no has de tener miedo. Miedo es esa palabra que se usa para describir un sentimiento extraño hacia lo desconocido.
- Ya pero… No sé…
+ A ver, ¿Crees que si nadie se enfrentara al miedo, el mundo ahora mismo estaría siendo así?
- Es que…
+ No, dime, ¿Crees?
- No, no lo creo… Pero es que no sé qué existe en mi interior…
+ Ahí está la razón, no te comprendes a ti misma, tienes que conocerte.
- Soy un ser despreciable.
+ No te digas eso, no lo eres. Yo te conozco, eres un ser humano con una gran capacidad de querer, de amar y de hacer sentir cosas a la gente. Todo lo que haces, todo lo que transmites llega a la gente y eso es muy difícil. Haces sonreír a la gente cuando se siente mal, y eso es algo genial. No debes de sentirte mal cuando un pequeño montecito sin importancia se cruza por tu camino.
- ¿Y si no llevo zapatos y voy descalza por un camino lleno de pinchos?
+ No pidas zapatos, ni si quiera trates de fabricártelos, pide unos pies fuertes para soportar el dolor…
- ¿Y si aún así lo siento?
+ Pues mentalízate de que todo puede ir mejor y que pronto encontrarás un camino cómodo, sencillo y feliz. Y que por ello habrá merecido la pena luchar.