Tu piel contra mi piel. El sudor de la actividad nocturna
recorre nuestro cuerpo. La excitación se puede notar en nuestras dilatadas
pupilas. Sin olvidar nuestros rojos ojos a causa externa a lo que puede llegar
siendo el acto. Me encanta cuando tomas el control. Me encanta cuando me
llevas… Cada vez, puedo notarlo más… Y todo comenzó por un pequeño beso…
Estábamos en tu coche, y ya habíamos consumido algún que otro estupefaciente.
El humo abarcaba nuestro alrededor, y las risas eran cada vez por más tonterías.
Notaba tu mirada penetrante en mis ojos, y… notaba cómo mi corazón se
aceleraba, a la vez que hacía casi imposible retener mis ganas de besarte… tú…
te ibas acercando poco a poco, tu mano estaba jugando suavemente por mi pierna.
Mi corazón podía notarse hasta en la punta de mis dedos. Poco a poco te acercas
a mí. Me quedo quieta, mientras me muerdo el labio y te acercas a mi oído. Noto
ese suave beso en mi cuello, que hace erizar la piel y mis latidos en la
garganta. Sé que lo notabas. Tu mano recorría mi pierna, con éstas cerradas,
indagando cada vez en busca de subir al tesoro. Y de repente, susurras en mi
oído: ‘Oye cielo, no te pongas nerviosa, ¿eh?’ Noto tus manos de mujer en mí,
presionar suavemente mientras sigues con tus labios en mi cuello. Era
inevitable soltar un leve jadeo. Me agarraba al sillón, tratando de
controlarme… ‘Tranquiiila...’ Murmurabas en mi oído, sin hacer más que ponerme
nerviosa. No podría controlarme mucho más. Poco a poco abría mis piernas
mientras la miraba de reojo, excitada. Jamás el poder de una mano femenina
había conseguido tanto con tan… poco. Podía sentir cómo mi sexo se iba
humedeciendo poco a poco con el roce de la punta de tus dedos. ‘Bésame…’ Te rogué, soltando
leves jadeos, deseando sentir tu lengua junto a la mía. Tú me negabas, pero yo,
ya no aguanté más y comencé a besarte como si no hubiera mañana. Nuestros
labios encajaban con fuerza e intensidad, podía notar cómo tus dedos iban más
fuerte cuando estaba rozando tu lengua. Tus dedos se movían con rapidez, y el
grueso de mi vaquero no te dejaba rozar con normalidad. ‘Hazme tuya… ‘ Te
pedía, hundida en el deseo de sentirte cada vez más dentro de mí. Tú mordiste
mi labio inferior y me miraste con una sonrisa pícara, a la vez que tus dedos
iban bailando sobre mi pantalón, a la vez que iba desabrochando poco a poco,
pudiéndose ver mis bragas a la hora de bajar la bragueta. Te deshiciste de
ellos sin problema, dejándolo por ahí, en el coche. Abriste suavemente mis
piernas, haciéndome subir una al asiento, para tener más movilidad. Tu mano
volvió a mi sexo, comenzaste a tocarme en círculos mientras tu frente, apoyada
en la mía, hacía tu visión directa a mis labios, mordidos por mí misma del
placer de tenerte. ‘Dios… ‘Murmuré mientras movía mi cadera sintiéndote. Tú te
mordiste el labio inferior, deseando sentir el calor de mi cuerpo. Rozabas mi
sexo con tus dedos mientras me quitabas la camisa con cuidado, ayudándote de
los dientes. No aguanté teniéndote con ropa, con cuidado, te quité la camiseta,
y, acto seguido los pantalones. Ahora era todo más proporcional. Me tumbaste en
los sillones y comenzaste a besar todo mi cuerpo con mucho cuidado. Te
deshiciste de mi sujetador y comenzaste a besar mis pechos. A penas me conocías
y ya sabías mi debilidad. Tus labios, endurecidos, acompañados de la lengua,
vagaban por mis pechos y por mis pezones con suavidad. Mis jadeos no podían
parar. No hacía más que acariciarte la cabeza. Sabías exactamente todos mis
puntos débiles. Besabas todo mi cuerpo, pasabas tu lengua, saboreando cada
rincón de mí y, poco a poco, me hiciste abrirme de piernas para indagar el
tesoro escondido. Mirabas con deseo, y besabas mis muslos interiores, casi
cerca de mi sexo. Te deshiciste de mis bragas, dejándome del todo desnuda.
Besabas mis labios. Mi boca no hacía más que jadear. Noté como tu lengua
indagaba entre mis labios y luego, tus dedos, abriendo suavemente mi sexo, para
comenzar a lamer así mi clítoris. Mis gemidos eran leves en ese momento, pues
podía controlarlos. Cada vez notaba cómo la excitación subía al aumentar el
ritmo. Noté cómo me ibas penetrando suavemente un dedo, con todo mi sexo
mojado. Empecé a jadear descontrolada. Mis gemidos inundaban el coche, pero yo
sólo quería sentirte más dentro. Mis manos comenzaron a apretar tu cabeza, muy
excitada. Mi cadera se movía de forma descontrolada chocando contra tu boca,
contra tu lengua. ‘’Ahhhh…. Joder, nena… ‘ Sólo podía llegar a decir.
Comenzaste a hacerlo todo mucho más rápido. Tu lengua hacía movimientos
cambiantes: Primero circulares, rodeando y rozando mi clítoris y, más tarde
lamiendo con ganas. Tu mano penetraba con fuerza uno de tus dedos, y cuando
notó un gemido incontrolado, paró de meter uno para penetrar suave, pero
profundamente con dos, sin dejar mi clítoris. Podía notar tu lengua, el respirar
de tu boca en mi sexo, y eso me hacía mojar más. Todo lo recogías. Me
encantaba. Gemía tan profundamente que no podía estar tumbada con tranquilidad.
Mi cadera subía, acercando tu cara, casi inundándola en mi sexo. Mi vagina se
iba contrayendo al sentir más tus dedos penetrar. Fue cuando moviste suavemente
éstos, haciendo una garra en mi vagina como me hiciste llegar al máximo éxtasis,
ahogándolo en un grito que podría escucharse calles atrás del coche.