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martes, 17 de mayo de 2011

~Especial~

Sabía que mi llanto podía escucharse desde fuera del baño, pero no me preocupé en ocultarlo. Estaba sentada, en el suelo. Con la puerta cerrada. Oía la gente hablar por el pasillo, cosa que no debería ser así, pues ya la gente estaría dando clase. Pronto se dejaron de escuchar voces. Me aferré a mis piernas, con su imagen entre mis manos, en una foto de papel. La acerqué a mi corazón, abrazándola así. - ¿Por qué todos se dan cuenta menos tú…? – Lloraba desolada, ante la aparición de algo que, me llevase.
A mi lado estaba la mochila, donde llevaba todos los libros. De ahí saqué un cuaderno y un bolígrafo. Comencé a escribir:
-Lo siento. Te he fallado. Dije que no volvería a caer. Caí, he de admitirlo. Pero tranquila, ya no tendrás que volver a esperar que no lo vuelva a hacer. Pronto desapareceré de aquí. Pronto dejaré de… Molestaros a todos…-
Las lágrimas cayeron en el papel, haciéndolos mojar.
- No quiero ser una carga más. Quiero despedirme de ti. Es lo único que pido. Lo siento, de verdad. Por favor. Tengo que hablar contigo. Es importante, ¿Vale? Estaré bien.
A las cinco, estaré en la puerta del instituto, podrás verme. Espero verte allí.
Adiós, te quiero.-
Suspiré, cerré la carta entre lágrimas, le dí un beso, puse su nombre por la parte que yo veía. Salí del baño incorporándome. Pasé bajo la puerta de clase la nota y me quedé escuchando para saber que decía, escondida. Al ver que le dio la carta, salí corriendo.
Desaparecí, me desvanecí, como un conejo que está a punto de ser cazado. Me escapé de aquél espantoso lugar sin que nadie extrañara mi presencia. Claro que, para los compañeros, “estaba en el baño”. Típica escusa, ¿no? Ya, ¿Qué más daba? Me iba a ir.

Esperé en la puerta del instituto, ansiosa a su llegada, sentada en el suelo. Suponía que vendría, aunque no lo sabía con exactitud. Pasaron cinco minutos, no llegó. Pasaron diez minutos, no llegaba. Los minutos se me hacían eternos, los segundos, se me hacían lustros. Pasaron quince minutos. Me decidí a irme. Me levanté, dispuesta a coger camino a donde quiera que me llevase el destino, con mi maleta a cuestas. Entonces, alcé la cabeza, y la vi, corría hacia mí. Parecía preocupada y, agobiada. Decidí esperarla. Entonces me miró, luchando por respirar.
+ Lo… Lo siento… No… No me dejaron salir…
- No… Te preocupes…
Suspiré. Lo notó. Miré al suelo. Noté su mirada penetrante sobre mí. Me parecía triste, aunque no llegué a detectarla. Ella tomó mi barbilla y la subió para que le mirara.
+ Cuéntame…
- Vámonos a otro sitio.
+ Está bien…
Me puse a su lado. Caminé. Caminó. Le miré, me miró.
+ ¿Dónde?
- Vamos allí dentro.
Señalé las canteras. Así lo hicimos, entramos, buscamos un banco y nos sentamos.
+ ¿Por qué…?
- No soporto estar aquí, Luz.
+ Pero, ¿Por qué…?
- Me siento encerrada… Necesito… Sentirme libre…
+ Y… ¿Por qué yo, Adele? ¿Por qué me lo dices a mí…? Quiero decir, no me molesta… Pero… ¿Por qué me elegiste a mí para decirlo?
- De eso… Quería hablar…
+ Dime…
Apreté los ojos, le tomé del rostro, acaricié su mejilla con el dedo pulgar. Intenté fijar mi mirada en sus ojos, rebosantes de preocupación.
-No te preocupes, ¿Vale? Estaré bien. Es más, si tú quieres, podré venir a verte. No iré muy lejos.
Señalé mi maleta.
- Tampoco llevo muchas cosas…
Sonreí, intentando tapar la preocupación que ella llevaba.
+ ¿Dónde irás?
- No me busques… Yo iré por ti…
+ Dime donde irás, por favor…
Encogí mis labios, ella cogió mi mano.
- No me iré muy lejos.
+ Llévame…
- No sería un buen sitio para ti. No quiero que me vieses allí.
+ Quédate conmigo…
- No podría…
Acaricié su rostro, con tristeza. Me moría de ganas de besarla y que viniese conmigo, pero las razones eran obvias. Aquél lugar podría llegar a ser peligroso.
+Pe…Pero…
Coloqué mi dedo índice en sus labios.
- Sólo serán unos días, ¿vale? Estaré bien, lo prometo.
Ella negó. Coloqué mi frente con la de ella, y le miré a los ojos fijamente.
- Estaré bien, princesa… De verdad… No quiero ir a casa durante unos días… Ni quiero ir al instituto… Nadie me echará de menos, ya verás…
+ ¿Qué le dirás a tus padres?
- Les dije que… Estaría… De excursión con el colegio unos días, y, bueno, coló. Hice una autorización… Y, unas cuantas movidas. No me echarán de menos.
+ Ven conmigo…
- No quiero ser un estorbo… Ya lo sabes…
+ No lo serás… ¡Déjame ir contigo!
- El sitio donde me quedaré no será muy bonito…
+ Quiero asegurarme que estás bien…
Me miraba a los ojos. Cerré los míos leve, intentando no llorar.
- Lo estaré… Llevo el móvil, ¿vale?
+ ¡Déjame saber dónde vas! ¿Dónde podré encontrarte?
- Mañana te recojo del instituto, ¿Vale? ¿Así estarás más tranquila?
+ Quiero escaparme contigo…
- ¿Qué le dirías a tus padres?
+ Se van de viaje, se quedan mis tíos en casa. Les diré que me quedo en casa de una amiga.
- ¿Estás segura?
+ Quiero ir contigo.
Le besé la mejilla. Sentí nervios, y un cúmulo de sensaciones increíbles. Pero me encantó.
+ ¿Dónde es?
- Conoces el lugar. Pero no sé dónde resguardarnos.
Ella asintió y me devolvió el beso. Decidí levantarme.
- Será mejor ir a tu casa, que cojas algo de ropa y, vallamos. Antes de que oscurezca.
Ella me dio la razón y, así lo hicimos. Le cogí de la mano tirando de ella, bromeando. Ella me sonreía. Fuimos a su casa, entramos a su habitación y, ella en la mochila del instituto, metió ropa.
+ ¿Cómo lo haremos?
- Confía en mí.
+ Ya lo hago…
- Vámonos.
Ella asintió, con la maleta en sus hombros. Iba delante de mí. Yo le seguía.
Tras 20 minutos de camino, apenas sin habla. Conseguimos llegar. Aquél sitio. Me encantaba. Era mi refugio, era mi lugar. Ahora era nuestro lugar. NADIE nos lo podía arrebatar. Ahí estábamos, ella y yo. Juntas. Me descoloqué la maleta. Saqué la pequeña caseta y automáticamente se hizo. Le hice una señal para entrar, así lo hicimos. La caseta era un poco pequeña, pero bastante acogedora.
- ¿Tienes saco?
+ Ops… No…
Ella me miró con rostro de preocupación. Yo le sonreí, le ofrecí mi saco.
+ Pero… ¿Y tú?
- Estaré bien. Deja de mirarme con esa carita anda. No te preocupes.
Le sonreí, me miró torciendo la boca. Y no dijo nada.
Ya era de noche. Hora de la cena. Para mi suerte, había traído suficiente comida y dinero para una semana. Todo planeado desde hace tiempo. Cenábamos fuera de la caseta, sobre una manta, mientras observábamos las estrellas. Luego nos recostamos en esta misma. Ella apoyó su cabeza contra mi pecho mientras las observábamos.
+ ¡Mira! ¡Una estrella fugaz! ¡¡Pidamos un deseo!!
Cerré mis ojos, sonriendo. Aquella era la noche más perfecta de toda mi vida. Ella era mi único deseo. Así que lo único que pedí, era su correspondencia. Aún así lo dejé pasar.
- Na, no me hará falta.
+ ¿Por qué?
Ella me miraba. Sólo nos iluminaba una pequeña vela al lado nuestra.
- Porque… Sólo falta un pequeño detalle para que esta noche sea perfecta… Y, ya lo llega siendo.
+ ¿Qué detalle?
Acaricié su rostro, incorporándome al ver que ella lo hacía.
- La razón por la que te cité a ti, y no a cualquier otra persona…
Sus ojos se quedaron mirándome. No supe si estaba intrigada, o lo comprendía. Encogí leve mis labios. Me quedé embobada en sus ojos. En como el brillo de aquella vela, se reflejaba. Entonces, una ráfaga de viento, me hizo temblar y, apagó la vela.
- Será mejor que entremos.
Ella me dio la razón. Entramos.
+ Métete aquí, conmigo.
- Estaré bien fuera…
+ No… No es cierto. Yo he venido aquí contigo, porque yo he querido, no quiero que estés incómoda. Además, cabemos las dos.
- ¿Dejarás de quejarte entonces?
Bromeé. Asintió. Ella se hizo un lado. Me metí donde el sitio me dejaba. Frente a frente. Su cuerpo, contra mi cuerpo. Podía observar sus ojos. Sabía que no dormiría. Menos, si no se lo decía.
-Te quiero…
Ella me miró. Cogió la linterna y la encendió para más visión. Me quedé mirando sus ojos. Ahora nada rompería ese momento. Era mi momento. Era nuestro momento. Aquel en el que haría mi sueño realidad. Aquello que desvelaba mis noches. Juntamos nuestras frentes, me quedé embobada en sus ojos. Se acercaba, me acercaba. Casi podía sentir su respiración. Sus labios rozaron los míos. Lo que provocó mi nerviosismo. Ella colocó su mano en mi cintura, haciéndome relajar. Entreabrió sus labios. Me besó. Correspondí, sonriendo como nunca antes, había sonreído en la vida.
+Te amo…
Esbozó en una media sonrisa.