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miércoles, 11 de mayo de 2011

~Al borde del abismo~

Los charcos de sangre se formaron a mi alrededor. Su sonrisa inundó mi mente. Mi cuerpo dejó de reaccionar ante nada. Sólo su imagen estaba en mi cabeza. "Adiós, mi niña. " Apreté el puño, soltaba lágrimas. Alcancé el móvil, observé su mirada. Abrí la agenda… Decidí hacer una llamada. Un brazo al suelo con el otro marqué su número.
Ya no me sentía en mí, me estaba mareando. Llorando, ¿Por lo que había hecho? O, ¿Por no poder decirle todo? Necesitaba decírselo, ahí estaba yo, el día de mi fin. Lo sabía, era ese día, el suelo estaba encharcado con mi sangre, y ahí estaba yo tirada, sintiendo como pequeñas cuchillas en todo mi brazo. Pero no me dolía, o, al menos eso me decía. No podía verme el brazo, para detectar cómo era la herida pero, era profunda, aquello no paraba. Me estaba mareando. Le llamé. Sonaba el teléfono, me sentí sin fuerzas, casi desmayada… “¡Cógelo, joder!” Esbocé con toda la fuerza que podía…
Al fin. Lo cogió. “Ven…” Decía sin fuerzas. “¿Eres tú, Adele?” Contestó.
“ S…Sí… Soy yo… Ven a mi c…casa…” Me mareaba, casi no podía hablar. “Encontrarás una llave en el bajo de la puerta… Entra…” Esperaba que pudiese llegar, no llegué a escuchar sus palabras, sentía un pitido prolongado en los oídos, que sólo me permitía escuchar una voz desesperada. Sentía debilidad. Pero no dolor. Lloraba. Mi cuerpo estaba inundado en sangre. “T…Tengo que hablar contigo… Ser…Será mejor que llegue…llegues pronto…. A…Adiós….”. Corté la llamada, no tenía fuerzas para sostener el móvil. Lo dejé a un lado, mientras agarraba de nuevo mi cuchilla, aquella vieja amiga. La empuñé, con la mano ensangrentada mientras lloraba a gritos.
Cuando casi ni podía abrir los ojos, pálida, sangrienta. Oí como la puerta se abría, y ella me buscaba preocupada. “A…Aquí…” Un hilo de voz salía, sin fuerzas. Para mi sorpresa, ella la captó, vino hacia mí. Se arrodilló a mi lado, sin comprender nada. Mis manos estaban tumbadas en el suelo hacia arriba. Contempló mi arma, lo cogió y lo tiró hacia atrás. “¡¿POR QUÉ ADELE?! ¡¿POR QUÉ?! ¡OTRA VEZ NO, JODER!” Pude escuchar que decía, aunque, parecía que estaba al fondo de una habitación cerrada. Ella cogió una toalla. Tomó su móvil y llamó a urgencias. Con la toalla, hizo un torniquete en mi brazo. Ya no lo sentía, creo que era demasiado tarde. Veía lágrimas caer sobre su rostro, por primera vez. “¡¿ERES TONTA?!” Una pregunta irónica, quizás. La vista se me nubló, hasta el punto en el que, ella se hizo una mancha. Necesitaba hablarle, no sabía si lo hacía, creo que lo conseguía, pero no lo captaba. “Te…Te… amo….” Las lágrimas salían de mi rostro. Pude sentir como ella deslizando sus pulgares por mis pómulos, lo secaba con mucho cuidado. “No… No digas nada...” Me abrazó… Hacía tiempo que no le sentía así… Sabía que la quería ahí. No tenía fuerzas para alzar un brazo y rodearla. “¿Por qué, Adele, por qué…?” Apreté los ojos, aunque, no tenía fuerzas, casi no podía respirar. “Te necesito… demasiado…Te… amo...” Intenté decir, pero, la voz se me trababa. “Dímelo…” Decía entre lágrimas. “No… te apartes… de mi lado…” Ella me besó la mejilla, y esperaba ansiosa la llegada de la ambulancia.
Llamaron al timbre, ella corrió, abrió e indicó donde me hallaba. Los médicos me cogieron y me subieron a la camilla. Ella corría a mi lado. Aquella fue la última imagen que reconocí, por el momento. Nunca supe como sería aquél momento, el momento de la muerte. A pesar de todo, era bonito. Lo que dicen que ves toda tu vida por delante, son tonterías. Yo sólo la veía a ella. Veía su sonrisa, veía sus ojos, sus labios, sus manos… Sólo le sentía a ella. De camino al hospital me parecía oír los gritos de una chica. Había un camino, entero de blanco. En un lado, podía diferenciar su rostro sus ojos, y su sonrisa. En la otra, también. Pero era distinto, no sé qué diferenciaba cada foto. Oía sus gritos. “¡ADEEEELEEEE!” Los médicos intentaban rehabilitarme de camino. Lo dieron por perdido, ella se acercó a mí, llorando en el que era mi cuerpo muerto. Cogió mi mano. La besó. Acarició mi rostro. “Vuelve… Prometo no dejarte sola” Oí sus palabras. No sé cómo, pero sentía todo. No podía despertar. Estaba ahí, lo sentía, le veía, le escuchaba. Pero no podía despertar. Creo que entré en una especie de coma. Sentí que volaba. Creo que, llegamos al hospital y, ella estuvo ahí todo el tiempo, de mi mano cogida. Dormida en el incómodo sillón infernal. Esperando que despertase. Ante una simple respuesta. Día tras día. Como me prometió, ella estaba ahí. Me leía mis historias, mis poesías, y decía que, cuando despertase, todo sería distinto. También escuché como los médicos decían, que, si despertaba, que no sería seguro, podía perder mucha memoria, incluso olvidar quién soy, de donde vengo… También decían que, podía quedarme inválida. Ella me contaba que le daría igual todo, pero que quiere que esté ahí. Estaba faltando al instituto, sólo por mí. Estaba pasando ahí todos los días, sólo por mí. Decía que ella me enseñaría lo que fuese, con tal de que despertase. Que lo único que le importaba era eso. Algún día, iba al instituto. Pero rápidamente a la vuelta hacía la tarea junto a mí. Me contaba todo lo que había pasado en clase, y, que, algunos me habían extrañado. Ella creía que no le escuchaba, pero yo lo hacía. Se le notaba cansada, en innumerables veces. Me encantaba sentir su mano cogiendo la mía. Me encantaba oír su voz, aunque siquiera pudiese sonreírle, me encantaba que estuviese ahí, conmigo. Me decía que me quería. Nunca creí que escucharía de su boca eso, pero, lo dijo… Estaba ahí y lo dijo. Me ponía música, y, la susurraba cantando a mi lado. Me daba el beso de las buenas noches. Y, siempre, me pedía por favor que despertase. Me contaba lo que pasaba a mi alrededor. Cosas como “Mira, hoy ha venido fulanito a verte, Adele.” Le notaba desesperada, desesperanzada, como si supiese que ya no volvería a respirar. Pasaron, dos meses. Mi piel, ya se regeneró. Quería despertar, no es que no me sintiese bien en esa especie de nube que había colapsado mi cerebro. Es que, necesitaba verla sonreír. ¿A qué esperaba mi cabeza? ¿Por qué no me despertaba?
Justo dos meses pasaron, cuando ella, entre lágrimas, a mi lado cogía mi mano, acariciaba mi mejilla y suplicaba que despertase. Prometió de nuevo no dejarme sola. Tomó mi rostro, acarició mis mejillas. Y, por unos instantes sus labios rozaron los míos. Quería despertar, y poderle sonreír, y decirle que todo estaría bien. Al fin, abrí los ojos con dificultad. La veía, borrosa. Le sonreí leve. Ella sonreía como nunca, entre lágrimas, pero sonreía. “Adele… Adele… ¿Sabes quién soy?” No podía hablar así que me limité a sonreír acariciándole alzando la mano para acariciar la suya. Supuso que era un sí. Llamó a los médicos. Todos los médicos se sorprendieron de mi recuperación. Nada más salir de casa para ir al instituto, ella me acompañaba, cogida de mi mano, me dio un leve beso en los labios y sonrió. “Te escuché todo este tiempo… No podía despertar… Lo siento mucho…” Ella me dio un apretón en la mano a modo de un ‘’No te preocupes’’.Al entrar junto a ella, todos me miraron, se sorprendieron y, mientras fui pasando entre ellos. Algunos me abrazaban. Otros, se limitaban a sonreírme, aunque eran más. Ella me cubrió los ojos por detrás. A pesar de mi debilidad, podía caminar medianamente bien. Entré en clase, ella descubrió mis ojos. Allí estaban, compañeros y amigos, dándome la bienvenida con un gran cartel que ponía. “¡BIENVENIDA ADELE!” No pude evitar emocionarme. Abracé uno por uno a todos. Entonces me di cuenta que no estaba sola. Me arrepentí, aunque en el fondo, no. Sabía que si no lo hubiese hecho, nada de aquello hubiese pasado. Ahora mi felicidad se centraba en ellos. Ahora sabía que podía salir adelante, aunque me sintiera mal. Sabía que, aunque el acto de hacerlo había sido egoísta, me había hecho valorar, todo lo que el alrededor era para mí. Como bien dicen, “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Yo lo había experimentado, ellos lo habían experimentado. Para volver a nacer, has de rozar la muerte. Sabía que había vuelto a nacer.
Att; Aje

domingo, 8 de mayo de 2011

Eres tú ~

Un pequeño tablón dedicado. No es de lo que suelo escribir, pero espero que os guste.

Eres la causa de mi ira, la de mi sonrisa, de mis dudas, de mi respiración.
Eres mi felicidad, mis lágrimas...
Eres mi rencor, mi deseo, mi fuerza, mi debilidad.
Eres mi ironía, mi sarcasmo, mi verdad, mi mentira.
Eres mi respiración, mi ahorco, mi agua.
Eres como un desierto, eres mi sol, eres mi luna.
Eres mi luz, eres mi oscuridad.
Eres mi visión, y aquellas manos que no me deja ver.
Eres mi todo.
Eres la causa de mi tristeza, la causa de mi alegría.
La causa de mi sonrisa, la causa de mis lágrimas.
Eres todo, aún así, de no darte cuenta...

~Momentos de Los hombres de Paco~

He recogido dos de los momentos más significativos en la historia de Lucas y Sara y, Pepa y Silvia. Más bien, los primero momentos, los que más me gustaron.

P&S
-No me puedo imaginar con una mujer
+A ver, Silvia, es que no te tienes que imaginar con una mujer, te
tienes que imaginar, conmigo.

L&S
- Pues, ¿sabes que le regalaría yo a una persona de la que estuviera enamorada?
+ ¿El qué?
- Una bola del mundo.
+¿Una bola del mundo?
- Así la haríamos girar e imaginaríamos donde iríamos...
* *
+Ten.
- Wow, ¿y esto?
+ Ábrelo...
- Una bola del mundo...
+ Cierra los ojos y hazla girar...
- Madagascar...
+ Madagascar...
- ¿Quiere decir que cuando cumpla los 18 me llevarás a madagascar?
+ Quiere decir, que dentro de... Un año y cuatro días... Iremos a Madagascar.