Vistas de página en total

Bienvenidos

Quería dar la bienvenida y las gracias, a todos aquellos que visiten mi blog.
Agradecería el comentar alguna entrada, simplemente para saber lo que puedo mejorar.

¡Muchas gracias!
¡Un beso!

jueves, 31 de marzo de 2011

El presente

Sin rumbo, en soledad,
Imagino el día de mi muerte,
Como si de sonrisa se tratara.

No me importa el futuro,
Bastante tengo, el presente, he de llevar.
Si quiera puedo con ello,
Casi me voy a derrumbar.

Derramar lágrimas a escondidas,
A la luz de la luna, hago testigo.
Escondida me sostengo a mi sábana.
Mi única compañía, otra vez.

Creí en un imposible,
Creí en el volver a salir,
Creía que podía con todo esto,
Tan sólo me logré confundir.

Me sentía menos sola,
Más luego, comencé a salir,
Caminaba, y, ¡No dolía!
De moneda de cambio, volví a servir.

La insufrible presencia me llama,
Las lágrimas vuelvo a derramar.
Estoy cansada de todo,
No quiero caminar.

Necesito gritar, pero no lo haré.
Necesito un abrazo, pero no lo pediré.
Me quedaré aquí, no quiero suplicar.

No voy, si no dicen “ven”
¿Por qué? Si me entremeto, volveré a caer.

A veces, no sé en quién confiar,
No sé con quien brindar, y con quién llorar.
De esa manera, prefiero hacerlo, todo en soledad.
Empieza a costarme, esa relación, que antes no era nada.

Att;AJE

miércoles, 30 de marzo de 2011

Accidente

En aquel momento me sentí el centro de atención. Noté todas las miradas sobre mí, aunque eso ya no importaba. Casi no podía ver nada, y, notaba todos los gritos de desesperación de mi familia. ¿Cómo habían llegado hasta allí? No lo sabía. ¿Cómo sabían que estaba allí? No podía responderme. Había pensado tanto en un momento así, que, hasta me sentía culpable. Pero, esta vez, no había sido mi culpa. Ya no podía respirar bien, no lo conseguía. Sabía que era mi fin. Aquel despreocupado y ebrio hombre, me había atropellado sin piedad.
*Sé que no podrás oírme, pero, por favor, deja de gritar. Puedo verte, algo borrosa, por favor, no llores mamá. Puedo sentir el roce de tu mano, y los llantos desconsolados de mi familia, ¡Diles que no lloren! No quiero que eso sea mi escucha. Mamá… ¿Quiénes son esa gente? Noto mojado todo mi cuerpo, y, miles de cuchillas cortándome en pedazos. No… no llores, por favor… Mamá… Lo siento… Iba tan despreocupada, que, no me dí cuenta, que se acercó a la acera tanto. Lo puedo sentir, de aquí no saldré. ¡Agg! ¡Me arde la pierna! Ma…má… Tengo sueño… Creo que… echaré… una cabezadita…*

*¿Dónde estoy? ¿Qué es este sitio? ¿Qué es ese pitido? Autch, me duele la cabeza. Veo borroso… ¿Cómo he llegado aquí? ¿Qué dice ese médico? ¿El accidente? ¿Qué accidente? Aaah, ¡No puedo moverme, me duele todo! Ma…má… No puedo mover si quiera la boca. ¡Maldita sea, no puedo hablar, sólo balbucear! Apenas te escucho, pero, puedo adivinar tus palabras. ¿Un accidente? No recuerdo nada… ¿No podré volver a casa…? Comprendo… No… No quería que avisases a nadie… No quiero que vean como no puedo valerme por mí misma… Si quiera para comer… Además… sólo vendrán por pena, pura pena… Si quiera podré hablarles… No mamá, puedes ir a comer, tranquila. *

¿Quién vendría? Supongo que nadie, además… Sólo podía moverme por la camilla. Las lágrimas recorrían mi rostro. De esta no saldría, me encontraba fatal y, me dolía la cabeza. A medio día, casi podía hablar un poco, creo, que era efecto del movimiento tan brusco, de el “accidente’’ como decían. Intenté dormir, pero, oía las enfermeras hablar… Decían algo como “Esta chica no sobrevivirá mucho tiempo”. Yo lo sabía, me dolía el pecho, sentía mareos y, no podía moverme con facilidad. Suerte que respiraba.
Mis pertenencias estaban a un lado, en una mesa. Podía ver una especie de carta, siempre la llevaba encima, sí, era para ella… Pero nunca me atrevería a dársela.

Escuché la puerta, el collarín no me dejaba moverme así que, lancé una mirada. Supuse que sería alguna enfermera, así que, preferí seguir mirando a la nada, sumida en mis pensamientos: Ella. Cerré los ojos, olvidando que alguien entraba por la puerta, ignorándolo todo, sabía que no duraría más de dos días, como también sabía, que, mi madre estaba en el pasillo, jamás me dejaría sola. Pero prefirió darme un rato, supongo que, le habían dicho que me darían de comer, o algo así. Bah, ya, qué importaba.

-¿Puedo pasar?- Oí su dulce voz, le miré, mientras aquella lágrima recorría mi mejilla. Sonreí como una tonta, indicando con ello que sí. Ella cerró la puerta. Me alegró saber que lo hizo. Le miraba, fijamente, quería incorporarme, para poder hablar con ella, pero casi no podía. –No, no te muevas, quédate así- Suspiré, no me gustaba estar acostada en todo momento, le miraba, no quería que oyese mi voz, de tal manera, sin poder vocalizar. Ella visualizó el rastro de mi lágrima, y, con su dedo, secó lentamente dicho recorrido. Cerré los ojos mientras lo hacía, no quise que separase su mano de mi, quería sentirla cerca, tan cerca como fuera posible. Ella posó su mano sobre la mía, volví a sonreír como una tonta, olvidando todo, ella estaba, ¿Qué importaba? Podía mover los dedos de dicha mano. Así lo hice, quería acariciar los suyos. Le miraba a los ojos, y ella me miraba en silencio. Estaba mareada, creo, que me volvió a subir la fiebre, pero, no hacía caso. La enfermera interrumpió el momento, tenía que darme de comer. No quería que ella viese dicho acto y, quería estar con ella, así que, dije que no quería comer, y, así era. La enfermera, me tomó la temperatura, en efecto, tenía fiebre, más de cuarenta. Tuve que tomar la medicación, estaba, realmente, asquerosa, y, encima, debía tomarla con cañita. Al menos, podía tragar sola. Ella me miraba preocupada, y, ofreció a la enfermera, ocuparse de que yo comiese. La enfermera aceptó, yo, sonreí con timidez, odiaba tener que ser tan ayudada. Ella intentaba hacerlo más ameno y, lo conseguía, como todo lo que se proponía. Antes de salir la enfermera, me ayudó a incorporarme para poder comer, aunque no quería, más tarde, salió, y, ella, colocó la mesa rodeando mis piernas y se puso al lado. Probaba la comida, para que no me quemase y, cuando estaba segura que era así, la acercaba a mi boca, y, con dificultad, yo, alcanzaba a comer. Eso sí, también tenía que limpiarme, cosa que, me proporcionaba, extremada timidez. No podía casi ni mirarla, igualmente, ella, hacía bromas, para intentar que me tranquilizara. Cuando casi hube acabado el plato, dije que no quería más, así era. Ella apartó el plato y, me limpió. Me sentía tan inútil… Pero, ella lo hacía muy fácil. No quería que se fuese, aunque, sabía que, tarde o temprano, vendrían sus padres a recogerla. Tras comer, me sentía muy mareada y, tenía mucho frío, así lo dije. La enfermera, anteriormente, dijo que, era normal, y que debía dormir. No quería, ella recordó sus palabras y, tubo la amabilidad de recordármelo. Yo negué, no quería, sabía que se iría. Agarró mi mano y afirmó –Estaré aquí cuando despiertes-. Tenía que hablarle, aunque, no me entendiese bien. Acaricié su mano y, cogí aire, cosa que, me faltaba un poco. –No te vallas…- Mis palabras sonaban tan lamentables, que, hasta a mí misma, me daba pena, dijo que así sería. Recibió una llamada al móvil y, al poco, volvió conmigo, confirmando que así sería. Sonreí, se me caían los párpados. Sentía tanto mareo. Sólo quería estar con ella. –P..por favor… Ponte… aquí… a mi lado…- Me faltaba el aire, podía notarlo. Sabía que no podía moverme, pero, quería tenerla cerca, ella se sentó a mi lado. Indiqué que se tumbase para más comodidad. Ella accedió. De alguna manera, sabía que, no volvería a sentir nada más. Comencé a hablarle, tenía que decírselo. Con lágrimas en lo ojos, comencé a explicarle todo lo que sentía, ella me miraba, y secaba con suavidad mis lágrimas mientras, me decía –Saldrás de esta…- Yo, le decía que no, había escuchado a las enfermeras, así se lo expliqué, pero ella, no quería creerme. Le noté entristecida, y las lágrimas caían de sus ojos, alcé un poco la mano, para secarlas. –No te alejes de mí… Por favor- Ella asintió, a mí, me subía la temperatura, y, cada vez me mareaba más. Notó algo raro, así que, me acarició la cara, sintió que ardía, como antes. Le miré a los ojos, ella me devolvía la mirada, fija. Acariciaba mis mejillas, acarició mi labio inferior, y, más tarde, se acercó lentamente a mí. Sentí sus labios sobre los míos, reaccioné, besándola. Había estado esperando ese momento mucho. Mis lágrimas recorrían mi rostro sin cesar, y, las suyas, hacían lo mismo. Acaricié su mejilla, para secarlas, y así lo hizo ella a la vez. Poco a poco, sentí que me mareaba más. Mi corazón dejaba de latir, y, mis últimas palabras de asfixio, acompañaron su nombre junto a un “Te amo”. Oía gritos, pero mi cuerpo me impedía reaccionar. Las enfermeras tenían razón, moriría.

Att; Aje

lunes, 28 de marzo de 2011

Ella

El viento azotó sus cabellos como un caballo cabalgando. Sus ojos brillaban con tal intensidad, que parecían destellos de pequeñas luces de colores, pero esta vez, en un color, un color intenso, que marcó tantos meses en profundidad. Ella sonreía, y mi mirada se centraba en una cosa: Sus labios. No podía parar de mirarle, no quería dejar de mirarle, pero, sabía que tarde o temprano iba a tener que hacerlo. Preferí disfrutar del momento. Tenía tantas ganas de besarla... Sabía que un día no aguantaba. El miedo siempre me echó atrás, el miedo siempre me impedía decirle todo lo que siento.
Seguí ignorando la realidad para fijarme de nuevo en sus ojos mientras hablaba, quería sacarle conversación, sólo para poder mirarle con un pretexto. Un mechón de pelo, cubrió su mejilla, a consecuencia de dicha brisa. Sentí ganas de apartarlo, sólo para rozarla por un segundo. Sentí ganas de mirarle y susurrarle al oido: ''Te amo, no sabes cuanto''. Pero no podía.
Introducí mis manos en los bolsillos, a pesar de tenerlos repletos de objetos, para resistirme a todo.
El brillo del sol daba de espaldas a ella, pero, sus ojos brillaban igualmente, de tal intensidad. Sus pestañas estaban dividiéndose en sombra que caía sobre sus ojos, lo que le hacía irresistible. Sonreía con tal facilidad, que, no sería capaz de imaginarme, la felicidad de estar a su lado, una tarde completa, una tarde a solas, aunque no dijese nada. Pero con solo una tarde, poder rozarle sin miedo. Poder hablar sin represión, valdría para una felicidad, al menos, momentánea.

Att:Aje