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jueves, 15 de marzo de 2012

Sorpresa

Fu
e mientras estaba colocando unos libros en una estantería cuando se acercó por detrás de mí, agarrándome con cuidado y acariciando mi cintura, abrazándome cuando sus manos llevaron a mi tripa. Sonreí como una imbécil, más él, hizo lo mismo.
Miré hacia atrás y clavé mi mirada en sus ojos, brillantes y marrones, como siempre los recordaba al irme al acostar. – Hola princesa – Dijo mientras me dedicaba una sonrisa con amor. Le respondí dándole un beso en los labios y cerré los ojos dejándome abrazar.
Todo era perfecto, él, yo, unidos y abrazados felices… ¿Qué más podía pedir?
Entonces él fue bajando su mano con lentitud hasta llegar a la hebilla del cinturón. – No lo hagas – Decía con miedo, pero él seguía. Trató de quitar mi cinturón y lo consiguió mientras no podía resistirme a él. – No, no quiero que lo hagas, no – Le traté de quitar las manos pero su mirada parecía evadida y no parecía querer parar. Me impuse a su fuerza, pero él la triplicaba. - ¡QUE PARES! – Grité, pero no me oía y seguía tratando de calentarme. Me arrancó el botón del pantalón, ese pantalón que tanto me gustaba y tanto aprecio le tenía. - ¡SUÉLTAME! – Gritaba a espera de que hiciese oídos, mientras asustada, lloraba. –No… Por favor… - Seguía y me manejó hasta el lugar donde él quería llegar a algo más, ahora era un monstruo, no era él, en conjunto de hormonas se le habían juntado para un solo pensamiento: Practicar el coito. - ¡Suéltame! – Decía mientras él cogía sus cuerdas atándome sin poderme mover a una cama que nunca conocí y jamás hubiese deseado haber conocido. - ¿Por qué me haces esto? ¡Suéltame, joder, suéltame! – Decía gritando mientras lloraba, pero él siguió a lo suyo, decidiendo que me trataría como su juguete, un juguete muy íntimo. Las muñecas las sentía arder por el roce de las cuerdas y más de lo mismo en los tobillos. Con cuidado y entre gritos mientras él intentaba llegar al éxtasis, incluso agarrándome por el cuello, trataba de desatarme, lo conseguí.
Mordió mis pechos desnudos sin cuidado, dejándome al poco un cardenal en éstos que más tarde sabía que me dolería. - ¿Por qué haces esto? ¡Suéltame, joder! – Lloraba intranquila, hasta que él, se levantó. Entonces me miró mientras estaba acostada en la cama, desnuda y me soltó una bofetada que hizo mi labio sangrar. – Tú eres mía y siempre lo serás, ahora jamás podrás salir de aquí. Y para hacerte de mi propiedad… - Decía con maldad mirándome fijamente a los ojos, símbolo de autoconfianza. Cogió una navaja y trazó unas líneas haciéndome sangrar en la tripa y en las piernas. – Así nadie te querrá y de ésta forma, serás mía… Siempre… - Se volvió a acercar a los pechos y me volvió a morder uno de éstos. Dejó la navaja ensangrentada en la mesa y mientras trabajaba el sacar una sola mano para cortar las cuerdas, ésta se ahogaba, pero lo conseguí. Cogí la navaja con mucho cuidado de no hacer ruido y ahogada entre lágrimas y dolor traté de cortar las cuerdas siguientes, hasta que lo conseguí. Cogí mi ropa más cercana, poniéndomela encima y tapándome. Traté de saltar por la ventana ya que no era demasiado alta, y más tarde salí corriendo por la calle. No tenía dónde ir, desde que comencé a salir con él perdí a todas mis amigas, así que me arrinconé en un lugar de la calle donde él no solía ir nunca. Lloraba encogida, pues no era la primera vez que me lo había hecho y no sabía qué hacer. Sabía que me buscaría y que preguntaría por mí… Pero a pesar del amor que sentía por él, el daño que me hacía era mucho mayor. Y estaba cansada de soportarlo, tenía que refugiarme y no sabía donde ir. Recordé el local de una amiga donde ella solía estar y creí que la mejor idea sería reunirme con ella, en vez de estar sola y así de desabrigada en la calle.
Llegué al local, después de tanto buscarlo y llamé a la puerta. Efectivamente, allí estaba mi amiga, a la cual miré entre lágrimas. - ¿Qué te ha pasado, cariño? ¿Qué pasó? – Me miraba con gran preocupación mientras yo no podía evitar las lágrimas salir de mis ojos. Mi amiga corrió rápidamente a abrazarme mientras me decía que me tranquilizase y le contase todo. – Él lo… volvió a hacer por… más de décima vez… Trató de hacerlo cuando yo… No quería y… Se gozó de mí… cuando yo no quería… Y luego… - Me levanté la camisa que tenía mal puesta enseñándole las heridas que me había causado. – Dijo que de ésta forma nunca sería de nadie y… que nadie me desearía nunca… -
Lloraba con fuerza mientras mi amiga me rodeó con el brazo. – Mi vida, voy a curarte eso, ¿vale? – Asentí. – Te dije que él no era bueno, cielo… Que si sufrías lo dejases desde el principio, cariño… Será mejor que llamemos a la poli… - Le corté antes de que dijese algo más. – No, de eso nada… A la policía no, por favor, no puedo ir a la policía, no… Espera unos días que se tranquilice, él se pondrá bien en unos días y… todo irá bien… - Mi amiga suspiró. - ¿qué más te hizo? – Negué bruscamente, sin querer enseñárselo, mientras me cubría los pechos y cruzaba con cuidado las piernas. Mi amiga abrió los ojos como platos imaginándose lo que podría haber hecho. – Muéstramelo… - Negué mientras tenía miedo. – Necesito una ducha… - Dije sin fuerzas de si quiera poder levantarme. – Primero vamos a mi casa, te quedarás allí conmigo, te daré ropa, cenaremos y te ducharás…- Asentí aunque avergonzada.
Llegamos a su casa, más hermosa de lo que recordaba y me llamaron la atención las fotos. En casi todas salíamos las dos con una gran sonrisa y abrazadas.
- Vaya, qué de fotos nuestras… - Ella se puso nerviosa y yo le sonreí como pude, aunque me dolía el labio. Me llevó hacia la cocina mientras sacaba algo para cenar. – No tengo mucho, pero es algo – Negué – Cualquier cosa es demasiado ahora mismo- Me miró. – Pero tienes que comer… -
Cenamos ambas, mientras me hablaba de sucesos graciosos y eso me hizo desconectar.
Tras eso, me guió hasta el baño, y ahí comencé a quitarme la ropa mientras ella iba a traerme algo para luego. Me metí en la ducha, me sentí tan mal que me caí sentándome lentamente en el suelo, llorando con la ducha entre mis manos. Entonces entró. – Aquí tienes la ro… Oye, cariño… - Se acercó a mí abriendo la ducha, mientras la miraba lloraba. – Él me quiere… Sé que me quiere… - Decía mientras el agua caía sobre mí. – Tengo que volver a casa… - Mi amiga negó. – Hoy no irás a casa, podría ser peor, anda, venga, te ayudo a bañarte… - Entonces se desnudó quedando en ropa interior, ya que siempre tuvo mucha vergüenza y me ayudó a levantarme. Cogió el jabón y lo deslizó sobre mi espalda, los moretones de éste con cuidado y así sucesivamente hasta acabar con el cuerpo. - ¿Todo esto te lo hizo él? – Asentí mientras trataba de no llorar. Ella me abrazó y sentí cómo su cuerpo seco se mojaba junto al mío. Lloré de nuevo en su hombro. – Anda, vamos a secarte, cariño. Salimos, ella casi salía seca y yo puse los pies con torpeza en la toalla del suelo. Ella me secaba y me indicó que me sentase en el baño. Me fue desinfectando las heridas con cuidado ya que me dolían bastante. Más tarde comenzamos a vestirme y ella hizo lo mismo con ella misma. Fuimos a la habitación y me indicó dónde me quedaría, entonces negué pidiéndole por favor que no podía dormir sola. Ella dijo que me quedase en su habitación y yo se lo agradecí y le abracé.
Fuimos a la cama y me fui acomodando con dolor en todo el cuerpo, más tarde se acostó ella y me reposé sobre su pecho mientras lloraba y ella trataba de tranquilizarme.
Terminé dormida y contaban las noches la manera en la que me miraba. Ella me besaba la cabeza y me aportaba seguridad, aunque no se atrevía a decirme nada yo sabía que ella quería que me quedase con ella, a parte de la seguridad que me aportaría y la tranquilidad con la que estaría con ella, por algo más que no quería contarme.
Entonces llegó la mañana, y ella me sorprendió con un desayuno en la cama para intentar animarme. Dejó a un lado la bandeja y me miraba. Me dio un leve beso en la mejilla, parecía que no quería levantarme. Me acarició el pelo, poniéndolo en su sitio, sea cual sea el que fuese por la mañana y miraba mi dormir con ternura. – Princesa… Te quiero… - Entonces me desperté y la miré con los ojos semi-abiertos. – Esto… hola cariño… te he… te he preparado… el… el desayuno y… aquí está…- Me incorporaba sin fuerzas pues me dolía aún todo. – Cuando te lo tomes te pondré una crema para el dolor de los moretones, ¿Vale? – Asentí un poco triste, por el recuerdo que traía eso. Me puso la bandeja con la comida en las piernas y me senté. Siempre había soñado eso y nunca me lo habían hecho. Me pareció muy extraño que lo hiciese ella de esa forma. - ¿Por qué haces eso? – Ella me miró. – No entiendo, ¿el qué? – Le miré mientras tomaba un poco del zumo de naranja, recién exprimido, como siempre me gustó. Lo noté en el gusto, y en el toque de azúcar que le añadió, siempre justo y delicioso. – Sí, el… Cuidarme y, mimarme así… - Le miraba y me manché un poco la comisura mientras bebía y ella negó y me secó levemente ésta mordiéndose el labio.
Terminé de desayunar y rápidamente me dijo que me acostase de nuevo para ponerme la crema en el cuerpo. Noté sus manos con la fría crema que trató de calentar antes con las manos sobre mi cuerpo y cómo bajaba y subía con suavidad para no hacerme daño.
- Ah… - Me quejé. – Lo siento, princesa… - Recordé esa última palabra, cerré los ojos y lo dejé pasar. – No pasa nada… - Decía con una lágrima en los ojos, y cuando terminó me incorporé, quedándome en la cama sentada. - ¿Qué hice mal? – Ella negó mientras colocaba mi pelo tras la oreja y me miraba a los ojos. – Elegir a la persona equivocada, pero nunca es tarde… - Le miré. - ¿Tú estás enamorada? – Bajó la mirada y negó, mintiéndome. – No te creeo… - Me miró y sonrió un poco, sabiendo que le había cogido. – Lo mío es imposible… - El brillo que resplandecían sus ojos con la luz que la ventana dejaba entrar me hizo tener la necesidad de acercarme a ella para besarla. Nos quedamos calladas y ella me miraba con lástima, ahora fue ella quien lanzó una lágrima a su mejilla. La sequé con un dedo. - ¿Qué te pasa? – Le pregunté preocupada, pues no quería adelantar acontecimientos. – Lo siento… - Fruncí el ceño mientras ella me miraba. - ¿Qué sient…? – Entonces ella se acercó a mí callándome con un beso y no pude negarme. No sabía por qué, pero mi vida había cambiado de un dolor inmenso a una pasión por descubrir. Me gustó y decidí probar…
- ¿Y es por eso por lo que ella también es mi mamá? – Sonreí – Así es pequeña, mientras todo eso pasó, yo estaba embarazada de ti y ella me ayudó y me enamoré de ella, olvidé a tu padre… Y ya no supe más de él… Excepto que… - Mi pequeña me miró. – Él dos meses después entró a la cárcel y ya no sé más de él… - Ella me abrazó. – Quiero que seas feliz, aunque eso trate de estar con una mujer, me he criado con las dos y os quiero muchísimo como seáis, y tener dos mamás, ¡Es muy divertido!-

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