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jueves, 6 de octubre de 2011

Recuerdos

Las cosas cambian, cambian hasta tal punto, que las cosas que antes eran divertidas, ahora se hacen rutinas.
¿Recuerdas cuando ir al colegio era toda una aventura? Sí, en esas mañanas en que lo pasabas en grande con todos tus compañeros y siempre había cosas por descubrir. Incluso, cuando el mayor temor tan sólo era el acabado de la hora del recreo.
O, incluso tardes en cualquier lugar con un amigo simplemente, se convertía en una gran aventura.
Sí, son recuerdos que vienen a la mente y suelen sacar una gran sonrisa, incluso si esa tarde te hiciste una rozadura en la rodilla y te doliese.
¿Recuerdas cuando aprendiste a montar en bicicleta? Todo un mundo lleno de aventuras, como siempre surgía de la nada, para que tú y tus dos ruedas fueseis ahí a investigar.
¿Recuerdas cuando imaginar ser mayor era divertido?
¿Qué me dices de cuando se jugaban a las casitas?
Incluso cuando hacer castillitos de arena, era tu afición, y por hacer la forma de un cubo ya te creías un artista.
¿Y esos cumpleaños en los que invitabas a toda la clase?
Las cosas ahora han cambiado mucho. Miras al pasado y dices, “¿Y yo hacía eso? ¿Y yo me divertía con eso?”
Pues sí, todos nos divertíamos con eso, hasta que la cosa llegó a rutina.
Hubo un momento en el que perdimos la ilusión por el ir al instituto absolutamente todos los días. Fue cuando nos dimos cuenta que, aprender realmente con ésos profesores era realmente aburrido. Y que el instituto era divertido la primera semana, ya luego parecía una rutina increíblemente… Pesada.
Más tarde, descubrimos que la bicicleta llega a ser un buen lugar de transporte y ya no es para descubrir, sólo para transportar.
Los recuerdos de siempre rondarán nuestra cabeza, hasta que ésta lo permita. La inocencia nunca se pierde, tú eliges perderla, o sacarla a paseo y abandonarla.
Tú y sólo tú puedes decidir, como ser.
Porque puede que ya no sea lo mismo a la hora de ir a estudiar, al ir a coger la bicicleta, o al ir a la playa para hacer castillos de arena, pero no todo es un final de inocencia, porque sé que dentro de cada una de las personas de este planeta, queda un mínimo punto, ese mínimo, que es donde queda la inocencia resguardada detrás de toda una seriedad.
Porque madurar, no es dejar de ser feliz ni mucho menos, es más, tampoco es dejar de ilusionarse por un día, por un momento determinado ni si quiera es comenzar a ser la persona más seria de este planeta.
Madurar es comprender, que el mundo que tenías en tu imaginación, no es real, que sólo es producto de ella y que siempre puedes agarrarle la mano a la inocencia para sacarla en un momento dado, porque ésta no te la rechazará nunca.
Ella quiere divertirse. Hay tiempo para todo.
Porque crecer es obligatorio, pero madurar no lo es.
Tú eliges hacerlo, pero jamás te olvides de lo que fuiste. No te desprendas de eso porque te vendrá genial para algún día.