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viernes, 3 de febrero de 2012

El número 66

Mientras una lágrima recorría aquél pálido rostro, se tumbaba en el suelo de aquél baño mientras lloraba. ¿La razón? Ella misma. Hizo creer a los demás que lo que le pasaba no era importante, mientras se mataba úlcera a úlcera en su interior.
Dejó el tema irse de sus manos, hasta el punto en el no poder más, echar a llorar y sufrir. -¿Necesitas hablar?- Una amiga le preguntaba. – No. – Siempre contestaba.
Y es que escuchaba que la mujer perfecta, todo lo contrario a ella. Su pelo perdió el brillo que hacía unos años tenía, es que ya lo decían, la adolescencia es una etapa muy… diferente. Su cuerpo atravesó unos cambios, las hormonas le llevaron al lado oscuro, a la resignación, al no salir de su cueva.
Pasaba los días encerrada en su habitación, ¿Qué hacía? Nadie lo sabe. Pero su mamá nunca podía entrar. - ¿qué te pasa? – Le preguntaba. – Nada. – Es lo único que ésta le respondía. Enmudecida desaparecía de la habitación que le daba vida, para aparecer en la calle. Volvía mojada, sucia y con algún que otro moratón. A su madre le extrañaba, y se preocupaba, aunque ella se empeñaba en que nunca, pasaba nada.
Se miraba frente al espejo, con la puerta del baño cerrada. En su mano mantenía un algodón lleno de alcohol, para sanar sus heridas. Mientras sanaba éstas una lágrima recorría su rostro, de nuevo. Se acercaba de nuevo la hora de irse de casa, y su mamá, no podía hacer nada por impedirlo, pues cuando lo intentaba ella se oponía y, hacía oídos sordos. – Por favor, no hagas nada malo, princesa… Cuídate, de verdad… Puedo… Ayudarte… - Entonces cerró la puerta. – Y lo sabes… - Terminaba de decir con el corazón en un puño.
Ella nunca decía nada, nunca sentía nada ante los demás y jurarían que jamás le han visto llorar. Nunca había dado problemas, ha sido siempre una de las mejores en clase e incluso fue delegada uno de los cursos, y todos sus amigas siempre le apoyaron. Así fue, hasta que llegó al instituto, esa dulce inocente se convirtió en quién sabe qué.
Nunca se le veía con nadie, nunca se le veía hacer nada, pero eso no fue en el primer curso. Su rostro fue cambiando y maduró, como lo hizo su inocencia, la que siempre creyó en la felicidad. ¿Por qué ese cambio? Su madre se sentía desconcertada, indecisa, no sabía qué hacer, no sabía qué era lo correcto. Pero el colmo llegó cuando pasó a tercero, cambió su vestimenta, cambió el estilo de su pelo y entonces fue cuando comenzó a salir a hurtadillas por las noches, para ‘no hacer nada’.
Su madre no era tonta, ella ya dudaba, se quedaba despierta por la noche, hasta la madrugada, cuando la oía volver de… donde quiera que fuese ese sitio.
Se acostaba con sigilo, era entonces cuando su madre se levantaba a verla, necesitaba saber que estaba allí. Ella yacía dormida, bueno, haciéndose la dormida.
Entonces su madre volvió a su habitación, haciéndose la despistada. Entre lágrimas se acostaba, al igual que su hija, desconsolada, muerta de miedo, pero siempre en silencio.
Su corazón estaba tan roto, como el de su madre.
Ella estaba harta, harta del silencio, ya quería morir, y en clase, ya si que no era la misma. Jamás estaba con sus compañeros y nunca respondía. No abría la boca, salvo para revelarse contra sus profesores. Los mismos a los que un día hablaba y respetaba.
Al despertarse, no se acordaba de nada del día anterior, y, aunque no le gustaba, se levantaba y se iba al instituto, con tal de estar fuera de casa.
Un día los mismos chicos que siempre le pegaban, la arrinconaron hasta dejarla aislada. ‘¿Qué queréis?’ Le dijo ella, mirándolo con tanto asco como rabia. ‘Mmmm… No sé… ¿qué podemos querer de ti?’ Decía el que parecía ser el lobo más feroz de la estúpida manada. ‘Nos debes algo, ¿no crees?’ Ella lo miraba con odio. ‘No os debo nada, dejadme en paz’ Decía con desagrado. Entonces el mismo que antes habló se acercó a ella con lentitud tocándole el hombro. ‘Venga, vamos, dánoslo’ Dijo con voz serena. ‘No os voy a dar nada, no me toques, das asco, imbécil’ Él se crujió los dedos, pretendiendo dar miedo, pero más que miedo, le producía pena. ‘¿Qué? ¿Me vas a pegar? Bah, hazlo, ya lo hiciste ayer, antes de ayer, el otro, y el otro… No te tengo miedo, nenaza.’ El chico le miró por encima del hombro. ‘No, hoy harás algo diferente…’ Dijo mientras la sostenía del hombro de nuevo. ‘¿El qué? ¿Mandarte a tomar por culo como debí de hacer hace siete putos años?’ Alzó su puño y le pegó por la barbilla, le cogió de sorpresa. ‘Está bien, tú lo has querido, niñata asquerosa’ Esbozó una media sonrisa mientras la agarraba del cuello. ‘Seré una niñata asquerosa, pero por lo menos tengo más cabeza que pene, además de tener una madre y un padre que me quieren más de lo que jamás nadie te va a querer a ti, si es que te quieren. Por lo menos tengo una ducha en mi casa donde lavarme, que a ti, ya te fa tufando, que lo sepas’ Apretó su mano, y la chica se hartó. Alzó un su rodilla hasta darle en la entrepierna. Él se tiró al suelo, retorciéndose de dolor y sus secuaces, fueron por ella. ‘¿Vosotros también? ¿Es que jamás os hartaréis? Sucios cobardes de mierda, mira que ser cinco y tener que venir a pegar a una chica… ¿Creéis que esto saldrá bien por vosotros? Podéis hacerme daño, pero vosotros pasaréis el resto de vuestras vidas lamiendo la mierda que dejan los perros en la calle y si no, entre rejas, de eso ya me encargaré yo…’
Otro de ellos se acercó a ella y le pegó un puñetazo en la barbilla, dejándola tirada en el suelo, dándose un golpe en la cabeza y dejándola inconsciente, mientras los otros dos con su macho alfa se iban al baño para tratar de refugiarse de los profesores.
Una de sus compañeras la encontró tirada, y pidió ayuda. Pues el golpe de la cabeza fue bastante fuerte.
Se quedó rendida en el suelo, pero al poco, cuando su compañera le cogió la mano, fue reaccionando poco a poco. ‘¿Estás bien?’ preguntaba preocupada. ‘Sí, no te preocupes’ Decía quejándose de la cabeza y mareada, tratando de levantarse. ‘No te levantes, han llamado a una ambulancia, vienen para aquí. Quédate ahí, ¿Vale?’ Asintió pensó que sería lo mejor. ‘No… Dejes… Que… me… saquen… sangre por favor…’ Dijo entre lágrimas. ‘¿Por qué…?’ Su compañera se sentía extrañada. ‘No lo dejes, ¿Vale? Hice cosas que no están nada bien…’ Su compañera asintió, aunque no sabía ni cómo hacerlo. Los médicos llegaron y cuando ya estaba de camino al hospital, su compañera iba junto a ella, y sin saber por qué, tenía su mano agarraba. Hacía tanto tiempo que sentía ese miedo, que tener su mano cogida mientras que le hacían algunas pruebas, le hizo tener más miedo. ‘Ahora le sacaremos una prueba de sangre, para comprobar que no hay nada perjudicial, y es algo normal, ¿Vale?’ Ella estaba dormida, y su compañera sin saber qué hacer sólo dijo con mucho nerviosismo ‘Nooo, no pueden hacer eso’ Los médicos le preguntaron que por qué, mientras uno preparaba las cosas. ‘¿No es mejor en el hospital? Cuando su madre de la autorización, digo…’ improvisó, pero como ya casi habían llegado, asintieron.
Ya en la habitación, ella había despertado. ‘Siento que hayas tenido que hacer todo esto…’ Luz, su compañera, negó. ‘No, no es ninguna molestia, para nada’ Le hizo sonreír, hacía mucho que no lo hacía. ‘Pero vas a tener que contarme qué está pasando. ¿Vale?’ Ella asintió, Luz le informó de que había estado su madre, pero tenía que ir a trabajar y a la compra así que se fue, al igual que su padre, pero que estaba muy preocupada por ella, y que volvería por la noche cuando acabase el trabajo, así que ella se quedaría hasta entonces. ‘Entonces, ¿Te cuento?’ Luz asintió.
‘Pasé una mala semana, y me sentía muy sola, porque nadie me llegó a hablar, siempre peleé con mis padres y nadie me hacía caso, así que comencé a salir de casa, iba por los alrededores del instituto cuando de repente, me empezaron a insultar y pasé del tema. Pero llegó lo peor cuando uno se acercó, y mirándome a la cara, cosa que vi extraño, pues uno de ellos jamás se acercan, lo hacen de lejos y en manada. Me insultó. Me hubiese dado igual, si no fuese por lo desfigurada que tenía la cara y esa cicatriz tan horrible que tenía en la nariz, posiblemente de haberse sacado los mocos, quién sabe. Así que lo miré a la cara, y me limité a apartarlo con dos dedos, pero él quería pelea. Era lo que buscaba, entonces, le dije. -¿Es que vas a pegarme como un sucio cobarde por nada?- Pareció molestarle, aunque su intelecto jamás entendería lo que le dije, y me agarró del cuello, hasta dejarme en asfixia, y cuando me soltó, no hice nada. Él me ofreció su cigarro y yo me negué. Sacó su navaja y me amenazó…’ Enseñó la cicatriz en su brazo. Luz se sorprendió. ‘Empezó a apretar y no sabía qué hacer… Así que lo cogí y me uní a ellos, con miedo. Me ofrecieron de todo, y día a día tenía que ir yendo con ellos, sabiendo que me estaba arruinando la vida. Un día dije que no quería volver a ir con ellos y cada vez que salía para cualquier cosa, y me los encontraba, me pegaban en grupo. Hasta hoy… Han aparecido, y… Me empezaron a pegar… No quería pelea, pero… Me estaban hartando, y ya no podía más…’ Comenzó a llorar de impotencia, Luz la abrazó y ella negó. ‘No importa’ alegó. ‘Claro que importa, y lo que importa ahora, es que estás bien’ Le besó la frente. ‘Pero me tienen cogida por los huevos. No puedo hacer más contra ellos’ dijo con pena ‘Si que puedes’ Repuso. ‘¿Ah sí?’ Preguntó intrigada. ‘¿Qué puedo hacer?’ Suspiró. ‘Jamás ir sola…’ Le cogía la mano. ‘Estoy sola en esto, normalmente...’ Luz negó, haciéndole ver que le tenía a ella. Le acarició la mejilla, y esperó a que se terminase de recuperar, para proceder al plan. ‘¿Qué te parece si quedamos esta tarde?’ Le comentó Luz, cuando ya habían salido del hospital. ‘Vale, pero no puedo salir mucho, tengo que cuidar la casa y, además no me conviene mucho la calle… Me da… Miedo… ya sabes…’ Luz asintió. ‘Si quieres podemos quedarnos en tu casa a ver una película tranquilas y solas, puedo llevar palomitas o patatas si quieres’ La chica asintió. ‘Vivo en el número 66’ Luz asintió y se fue.
Esa misma tarde apareció con una de sus camisetas más hermosas y unos pantalones ajustados rasgados, los cuales eran sus preferidos. Mientras tanto la chica la esperaba en pijama, pues no tenía mucho ánimo de cambiarse. ‘Valla, qué… guapa’ Dijo la chica. ‘Tú también’ La chica alegó que estaba en pijama. ‘Pero estás hermosa con lo que te pongas’ Dijo Luz. Más tarde le besó la mejilla. ‘Traigo palomitas, ¿Las ponemos?’ ‘Claro, yo iré poniendo la película y preparando el sofá’ ‘No, de eso nada, tu te quedas ahí sentada que acabas de salir del hospital.’ Negó Luz.
‘Está bien’ Dijo mientras ella lo preparaba todo. Tras un rato se sentaron a ver la película, era de miedo. En un momento, Luz agarró su mano y ambas se miraron. Luz se sonrojó y le pidió perdón. ‘¿Por qué?’ Preguntó la chica. ‘Porque… Bueno… yo… No sé…’ Alegó con nerviosismo. Mientras se miraban mutuamente sin saber qué hacer. Luz agarró su mejilla, rozándola. Se acercó levemente a ella hasta rozar sus labios con lentitud. Paso éstos sobre los de la chica, dejándolos entreabiertos. La chica posó su mano en la cintura de Luz, que armada de valor la besaba como nunca había besado a nadie, deseando sentirla tan cerca de si como fuese posible. Y así fue como dos cuerpos separados por una sociedad inmensa de homofobia se apartaron por un momento de éstas para dejarse llevar por la pasión durante cuatro muy cortas horas, y volviéndose a dejar llevar durante muchas más a lo largo de toda su vida. Ésta es la razón por la que no siempre está todo perdido, por la que siempre se puede ver más allá de las tormentas, porque la predicción no siempre acierta, el número 66 a veces no es tan malo. Como realmente parece.


Att: aje

jueves, 2 de febrero de 2012

¡Mamá!

Entonces, el lobo le dijo a la princesa. “No vallas por ese camino, está lleno de obstáculos que podrán acabar contigo, princesa. Eres aún débil, necesitas un hombre a tu lado para defenderte, no has de ir por ahí. No tiente a la suerte.” Y ella respondió. “mi rostro aparenta inocencia, pero mis manos destreza, por cada piedra que encuentre, una sonrisa alzaré al cielo, porque por mi familia vivo, y por ella viviré” Entonces el lobo bueno aprendió una valiosa lección: No debe de juzgarse a nadie por su aspecto. Y colorín colorado, éste cuento se ha acabado.
+Hasta mañana princesa.
- Espera, mamá…
+ ¿Qué pasa cielo?
- No quiero que te separes de mi lado.
+ Pero voy a dormir, y mañana volveré, mi vida.
- La mamá de esa princesa se murió de la noche a la mañana.
+ Pero esto no es un cuento, princesa.
- ¿Eso quiere decir que no necesito un príncipe?
+ ¿Qué quieres decir con eso?
- No, nada. Hasta mañana.
+ Princesa, venga, cuéntame…
- Es que Rose dice que no es normal, pero aún así será mi amiga.
+ ¿Qué quieres decir? Venga, ¿De qué me hablas?
El silencio se hizo, hasta que Adele se decidió a hablar con voz temblorosa.
- ¿Te acuerdas de que estaba con Robert?
Su mamá asintió.
- Pues es que ya no me gusta Robert.
+ ¿Y quién te gusta?
Adele negaba.
+ Vamos, dímelo, soy tu madre…
Decía mientras le hacía cosquillas.
- Es que tú también me vas a juzgar…
Dijo con tristeza en sus ojos, acostándose en la cama hacia el otro lado.
+ ¿Cómo que te voy a juzgar? ¡Jamás haría eso! ¡Eres mi hija! ¡Tienes mis genes y también mi corazón! Tienes mi vida ganada y lo sabes, pequeña.
- Me gusta Luz…
+ ¿Luz? ¿Es un chico nuevo?
Su mamá sonreía con picardía mientras, Adele se limitó a negar.
- No, mamá, mi mejor amiga… La de siempre…
+ Ohh…
Decía con asombro.
+ Luz…
- ¿Ahora me vas a odiar?
Se tapó con las sábanas para llorar.
+ A ver… Cielo, ¿por qué dices eso?
- ¡Porque todos dicen que soy una rara! ¡Que no quieren que esté a su lado porque tengo una enfermedad! ¡Y nadie quiere sentarse conmigo en clase, ni pasar el tiempo junto a mí…! Y tú seguro que tampoco querrás… ¿Por qué soy diferente? ¿Soy tan rara?
+ Claro que no, cariño. Tú eres tú y los demás son los demás. No eres diferente, ni si quiera rara, eres especial, simplemente eres tú misma, cosa que la mayoría de aquellos pequeñajos no podrán ser nunca. Tú, lo eres. A ellos no les han enseñado el respeto, y a mi jamás me han enseñado como reaccionar cuando pase esto, pero ya me lo temía, así que no te preocupes, esperaba éste momento desde hace mucho. ¿Esa chica es tu amiga?
- Sí…
+ Pues no tiene por qué preocuparte nada más, es tu amiga de siempre. ¿Lo sabe?
- No… Quiero decírselo, pero no puedo. ¿Me odias?
+ Claro que no, princesa. Eres mi pequeña, desde hace 13 años, ¿Por qué te iba a odiar? ¿Recuerdas el cuento que te contaba de pequeña?
- Sí…
+ La princesa jamás necesitó un príncipe, sólo necesitaba amor, no alguien en un caballo, por muy hermoso y todo el dinero del mundo que tenga. Sólo quería vivir en condiciones. Por eso a ti te gusta ella, porque buscas una vida especial, no como todos.
- ¿Cómo lo supiste?
+ Pues, desde que tenías dos añitos, sólo jugabas con las muñecas chicas, y las barbies, las juntabas en las mismas camas ellas dos juntas y tenían bebés. Además, ¿Crees que no me daba cuenta cómo mirabas a la hija de la vecina cuando tenías diez años y ella estaba con su amigo?
- ¡No la miraba! ¡Es que se llevó mi gomilla!
+ Y con ello tu corazón, pero lo recuperaste. Nunca olvides que yo siempre te querré por toda mi vida, cariño. Pero es hora de dormir. Hasta mañana.
- ¡Mamá!
+Dime
- Te quiero.