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sábado, 17 de marzo de 2012

Adolescencia época épica

Era el primer día de instituto, estaba tan emocionada que no pude más que soñar con ello, cuando pude dormir. Me levanté de un salto y me vestí rápidamente esperando que mi hermano mayor me acompañase a ello. Conocería gente nueva y tendría nuevos amigos con los que poder hablar, o eso es lo que pensaba.
El primer día pasó muy rápido, la tutora parecía maja y los compañeros no tenían mala pinta, al menos, algunos. Había otros que no me dieron muy buena impresión, pero pensé que no tendría problemas con ellos.
La primera semana no fue mal, pero me costaba tanto relacionarme con todos… No encontraba el momento exacto en el que meterme en una conversación, aún así, en clase no iba demasiado mal.
Llegó una clase de francés en la que, me tocó preguntarle el nombre a una chica. – Vamos, Adele, pregúntale el nombre a… ¡Ella! – Asentí y la miré. – Comment tu t’apelle? – Dije mientras la miraba, con mal acento francés. – Je m’apelle Mónica, et toi? – Respondió a petición de la profesora. – Je m’apelle Adele. – Sonreí y pensé que podía haber echo una buena amistad con tan solo una palabra, y supuse que al acabar la clase podría hablar con ella sin vergüenza, pero no fue así. Al final de la clase se fue. No me preocupé, pensé que las demás semanas, podría ir mejor y no pasaría nada porque podría hacer amigos. Siempre hablaba con una chica, la cuál era prima de una antigua amiga mía, y me sentía muy bien hablando con ella, pero sin embargo ella tenía un grupo de amigas y a mi me daba mucha vergüenza ir con ellas, porque me costaba. Aún así a veces me iba con ellas. Llegó una temporada en la que me vi sola y siempre estaba triste y siempre todos, se burlaban de mí. Veía cómo la gente salía al recreo y yo estaba deseando que un profesor nos retejiese más en clase para poder no salir al recreo y no se burlasen de mí… Pero cada vez que lo deseaba, nunca ocurría… Me pasaba los días escondidas bajo la escalera hasta que decidí encerrarme en el baño para tratar de evadirme de las burlas, aún así… No lo conseguía. Los profesores me decían que saliese al patio y yo salía, pero no podía evitar llorar cuando recordaba cómo eran las cosas en el colegio y cómo estaban siendo ahora. Me sentía tan sola al ver a todos con un amigo de siempre. Mientras que yo, proveniente de otro colegio, era arrastrada al rincón más oscuro… La soledad. Para colmo, mi mejor amigo decidió dejar de quedar conmigo, ¿quién iba a querer estar saliendo con una anti-social que trata toda su vida de evadirse de los demás por miedo al rechazo? Me sentía imbécil y sin ganas de seguir… En ocasiones, no aguantaba las ganas de gritarle al primero que me volviese a insultar, como cada día, hasta que una vez lo hice.
En mitad de una clase, no paraban de picarme y salté, comencé a gritarle como loca verdades increíbles y todos se quedaron callados, pero con ganas de más. El profesor mandó silencio y yo me callé mordiendo encías, pensando que ese sería el fin de las burlas. Al día siguiente, en la última hora, me quedé sola al mandarnos por pareja y yo, me quedé sola. Los veía a todos y me apoyé en la pared a la espera de que la profesora me dijese algo que hacer, pero ésta salió y como consecuencia me tocaría pagar a mí. - ¿Otra vez te has quedado sola, eh? Jajaja, qué lástima de ti… - Me miraba y yo la miraba. – Déjame, ¿Vale? – Decía mientras trataba de aguantar mis lágrimas mirando al suelo. La otra profesora de educación física, al verme terminar llorando preguntó desde lejos que qué estaba pasando y yo no supe decir nada. Mientras ésta se iba acercando la chica se acercó a mi y habló. – Atrévete a decirle algo que te juro que te cojo a la salida. – Negué como idiota, mientras ella y sus tres secuaces se daban la vuelta. Entonces la profesora me preguntó que qué me pasaba y le respondí que me había quedado sola de nuevo.
Ese mismo día había llovido muchísimo y estaba todo el suelo encharcado así que de vuelta a casa, los tres secuaces de la anterior chica comenzaron a darme por atrás con el paraguas y yo, no podía hacer nada. Al llegar a un charco le salpicaron con el pie hasta mancharme parte del pelo y mientras bajaba la mirada entre lágrimas, éstos seguían haciendo lo que les salía en gana. No hice nada por ello e hicieron que tropezara poniendo el paraguas en mis zapatos. Traté de caminar más rápido y ellos pasaron de mí. Llegué a casa, solté la maleta, saludé a mi madre y comí. Me encerré en mi cuarto a hacer la tarea mientras lloraba. Los profesores no me hacían caso y llegué a tal punto de no poder más que se lo conté a mi madre, ya que ese mismo día vio mi ropa machada. Ella fue a hablar con los profesores, pero no hicieron nada importante con respecto al tema y yo, no podía más. Los mismos imbéciles seguían siguiéndome por la calle, haciendo burlas desde atrás, tirándome cosas mientras caminaba con algún amigo y gritándome. Me llevé una temporada en casa, sin salir con nadie ni hablar con nadie, pensando que de ésta manera nada me podría dañar… Pero entonces me di cuenta que me estaba haciendo tanto daño como muerte a mi misma. Llegó el verano y no tenía con quien salir. Conocí a una chica que terminó por gustarme y salí con ella un tiempo, pero cuando me dejó el vacío que sentir al solo tenerle a ella fue tan inmenso como el boquete de un túnel para una hormiga. Lloraba todos los días y no tenía nadie con quien hablarlo para que me consolara y me ayudase a salir de ese trance así que me decidí a hacer lo más cobarde del mundo: Me iba a matar.
Conforme comenzó el tercer curso, seguía empeñada en esa opción e intentándolo. Nada decía que hiciese lo contrario: Me sentía sola, no salía a la calle con nadie, no me iba bien las notas, el instituto pasaba de mí, aquellos idiotas seguían metiéndose conmigo. ¿Qué iba a hacer?
Estaba decidida que una tarde iba a ser la última hasta que una voz envolvió mi oído para sacarme de ese pozo… - Adele, éste recreo no te vas a quedar allí sola en el pasillo. Vas a venir con nosotras y así hasta todos los recreos en los que sea posible, ¿Está claro? – Ella sonrió y yo, por una vez desde hacía mucho me sentí… respetada.
Algo fue sucediendo dentro de mí y yo, no lo comprendía, hasta que en un tiempo me di cuenta… Me estaba enamorando… Trataba de conocerla, hablar con ella, saber cosas sobre su vida y… Verla siempre que podía… Me enteraba de todo lo que podía, hablaba con una de sus mejores amigas, la cual también desde hace tiempo era amiga mía, pero aún no de tal forma. Sentí que podía sentir algo recíproco, pero me equivoqué. En ocasiones salía con gente a la calle, y conseguía olvidar los dos anteriores años, pero entonces volvían aquellos imbéciles a tirarme piedras.
Traté de volver a morir porque me di cuenta de que a pesar de ahora tener gente en clase, en la calle seguían burlándose de mí… Pensaba que no valía la pena seguir para eso y… Yo no sabía pedir ayuda. Hasta que con esa chica, me dejé llevar por lo que dijesen mis palabras. Tras mucho tiempo escondida, comencé a hablar de todo lo que me pasaba y ella, me comprendía. Le contaba que estaba enamorada, que me sentía mal, que tenía ganas de llorar por cualquier cosa y… Todo lo que sintiese en el momento se lo decía. En ocasiones, me contaba cosas.
Cuando la miraba, su mirada era brillante e intensa, como algo brillante mojado. Sentía ganas de abrazarla y llorar todo lo que necesitaba. Quería sorprenderla todo el rato para robarle una sonrisa y, cómo no, un poco de su tiempo. Le decía que le quería y que era muy importante para mí y trataba de hacérselo sentir. Y por primera vez después de 14 años, pedí ayuda a alguien. Le dije que no podía parar de sentirme mal y por ello tenía una obsesión con auto-lesionarme. Se lo contaba todo y cada vez que lo hacía, porque lo necesitaba y ella, me apoyaba.
Me escapaba de casa, para poder verla unos segundos y, me quedaba horas esperando a lo que fuera por verla un par de segundos. Pero a pesar de eso sabía que todo era estúpido y me seguía sintiendo así. Ahora sabía que tenía más miedo que antes. En un modo, no quería que ella se enterase, pero si no lo decía me iba a reventar el estómago. Fue en verano cuando lo solté todo, ese mismo verano… Ese mismo que jamás deseé que empezara para poder verla todos los días en el instituto, cuando estaba con una fiebre a matar, o cuando estaba con flores en el estómago por verla de las cuales salían pequeños pinchos de rosales cuando le veía hablar con otra persona que la hacía reír.
A pesar de pasar los recreos entre lágrimas por todo lo que mis circunstancias llamaban… Sentía que podía salir a veces, y que ella podía ayudarme más de lo que creía. Llegó el verano y, ya tenía que salir de todo. Le pedí ayuda y ella se deshizo de todo con lo que podía intentar decirle adiós. Me miró y me hizo prometerme que no lo haría… Lo prometí.
A pesar de todo, mis lágrimas siguieron hacia delante porque no podría conseguir lo que siempre había soñado y ya no sabía cómo reaccionar ante nada.
Traté de evadirme en las nuevas personas que me habían encontrado en el camino y ayudarme a salir del mal para el bien y conseguí salir. Aunque a veces me pinche con el rosal del curso anterior, se que podré salir…
Esto, no es una historia, esto, es mi realidad…

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