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jueves, 7 de junio de 2018

Cactus

El duro caminar aproximado,
se ceba de la densa nube de humo
que se apodera de las fuerzas,
haciendo el esfuerzo nulo...

Alrededor, mil y un cactus,
en el cielo, no veo el sol,
camino... y se rompen mis zapatos,
el suelo es duro y rompedor.

Sobre las espinas que dejaron caer,
toca un rato caminar,
creo que me voy a desfallecer,
no me apetece levantar.

Entre lágrimas y sangre,
arrastrándome por el suelo,
no encuentro motivo,
por el que no asistir al duelo.

Más, viva sé que me encuentro,
por el calor de mi sangre,
qué cosquillas siento...
Como cuando me curaba mi madre.

¡Ay de mi! ¡Que alguien se apiade!
Este nuevo, mi colchón,
al que no hay quien se agarre.

Espinas, espinas, mas espinas,
todas clavadas en mi interior,
casi no puedo ni siquiera verlas,
¡Alguien que traiga un espejo!

¡Ayudame, ayudarme por favor!
¡O claven esta gran espina en mi corazón!
Pues necesito que se encuentre una cura,
para todo este gran dolor.

Admito. Que no fui buena.
Admito, que si, fui yo,
lo admito, mi corazón no tiene,
lo que un día dejaron...

Lo admito, si, estoy vacía,
lo admito si, era palabrería...
No existen sentimientos de verdad,
pero sí que quisieran estar.

Es hora de caer,
Es hora de llorar,
O quizá de ser fuerte
Para dejar de respirar.

No quiero, no mas,
¿Levantarme para llorar?
Nadie sabe lo que duele,
ver las espinas clavar.

Mas, ¿que merece?
¿Algo mas?
Es que el tiempo ha pasado,
y no quiere cicatrizar.

07062018

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