Caída mortal

Habitaban en una casa una familia normal,
y entre ellos, su futura y pequeña ovejita negra.
Sus labios eran muy finos, sus cejas casi ni se veían,
sus manos tan pequeñas que todo lo quería tocar.

Poco a poco fue creciendo, así como su negro mate,
y fue dándose a ver, como en una pared estampado un tomate.

La rabia se acercó a su vida, y ésta le sacaron,
hasta que un día no pudo dejar de soltar.
Percibe el mal de las personas, y no lo puede dejar pasar.

Sola, en su propia soledad.
Comiendo todo tipo de mentiras, para no defraudar,
pero se cansa, porque todo viene contracorriente,
y nadie para a pensar que quizá no es conveniente.

Sola, en su dulce corazón,
tan enorme que cabría,
el iceberg con el que el Titanic chocó.

Amistades falsas, o amistades verdaderas,
momentos de felicidad, o momentos de pasadas...
Ya uno no sabe en qué creer, pues la oveja negra,
al final entre su hueco,
es la que más puede ofrecer.

Más la maldad creerán que existe en ella,
pero no es así, esa no es su manera..
Le destrozan, hasta dejarle en el suelo...
la vida entera...

Miedo, miedo de  no avanzar,
y de quedarse estancada,
para no tener una herida mortal.

Pues, si el estanque perece,
poco a poco se pudre,
y nada de ésto crece.

No deseo ningún mal,
y cuando me levanto,
parece que mi corazón,
mande un mensaje de adelanto.