aceptar y radicar lo que el mundo hacía.
Me dediqué a cerrar mi boca,
para poder escuchar lo que éste me decía.
Me dediqué a mantener el silencio,
y con éste aprender a quién escuchar.
Empecé a aprender a escuchar,
más la lección se quedó en el camino,
y de repente,
el examen se hizo presente.
Manejé cada situación,
como si fuera una más del montón.
Tranquilicé mi euforia,
para dar lugar a la calma.
Erradiqué mis pensamientos,
para evitar sorpresas.
Más ésto no sirvió,
para todo aclarar.
Me impuse, ¡lo juro!
Lo hice, como nunca.
Me calmé, ¡Lo prometo!
No pude hacerlo más tranquila.
¡Que si estaba más tranquila,
en la tumba me debería de haber hallado!
¡Que si no quieren escucharme,
que me lo digan y me sé callar!
Me robaron las rimas,
para saturar mi mente,
me robaron la suerte,
para hacerme desquiciar,
pero no me importa,
pues me vuelvo a levantar.
¿Me caigo?
No me importa.
¿Te caes?
¿Necesitas ayuda?
Pues, así.
Hasta que dejan de querer escuchar,
hasta que todo se acaba,
por la impertinencia que la vida trata.
13.12.17
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