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domingo, 30 de octubre de 2011

Desvanecida

Caminé sin rumbo, hasta no poder más. Me paré, me derrumbé. Comencé a correr mientras lloraba, sin razón, buscando un lugar donde refugiarme de toda la muchedumbre. Tenía alguien especial, lo sabía, pero no me gustaba a mi misma, hasta tal punto que me producía asco. Asco propio. Intenté deshacerme de mí, jamás lo conseguí. Intenté cambiar, nunca pude. Carecía de fuerzas, él ahora no estaba. Me sentía tan sola cuando no estaba a mi lado… Corrí, me refugié en un banco donde pensé que jamás aparecería nadie, estaba tan equivocada.
Lloré, hasta quedar sin lágrimas, quise beber, hasta quedarme sin conciencia, así que me dispuse a ello, sabiendo que él lo odiaba y que me odiaría por ello… Pero no era capaz de deducir la razón de por qué le gustaba…
¿Por qué lloraba, si con él era tan feliz? No lo sé, pero me sentía tan culpable de estar así… Que decidí anestesiar. Me sentía tan imbécil.
Un grupo de canis decidieron arruinarme más aún la noche, no era la primera vez que lo hacían, pero intenté resistir, hasta que uno de ellos se acercaba más que los otros, borracho. Yo no estaba menos que ellos, así que supongo que esa fue la razón de mi salto. – Imbécil – Musité. Seguían diciendo insultos, a lo que pasaba, mirando hacia otro lado. Sabía que eran peligrosos, aunque eso ya, me daba igual. Me dispuse a sacar mi móvil, eran las cuatro de la mañana y no quería despertarlo, pero quise dejarle un sms, sabía que la cosa no estaba yendo bien. Mordiendo encías, alcancé a escribirle. ‘Jamás he amado a nadie como te he amado a ti, y lo haré hasta el último de mis días. Quiero decirte que si me pasa algo, lo mejor que harías es seguir viviendo, dándome la satisfacción de que he sido correspondida.’ Le dí a enviar. Uno de ellos, tomando demasiadas confianzas cogió mi móvil y leyó el mensaje, a lo que se puso a burlarme de mí. - ¿Qué? Ohhhhhh mirad lo que pone aquí ‘Jamás he amado a nadie como…’ – Le corté la palabra – ¡DAME ESO AHORA MISMO! – Me levanté, con la botella de cristal en la mano. – Ohhh, la nena se pone valiente, ¿no? – Me enfadó, me abalancé a por el móvil. - ¿quieres esto? Pobrecita, quizás seas demasiado pequeña para tenerlo, mejor que te lo guarde – Me cabreó, golpeé la botella en el banco hasta romperla. Estaba ebria, ahora sí lo notaba, podía verlo doble. – Jamás comprenderías el funcionamiento de semejante teléfono, imbécil – Se guardó el teléfono en el bolsillo y se acercó a mi, sacando su navaja. Ya me daba igual. – Con que esas tenemos ¿no? ¡Enana! Tú te lo has buscado… - Me puso su navaja al cuello, estampándome contra la pared. No sentí nada, pero la respiración me dio un vuelco. - ¿Crees que así vas a conseguir bien propio? ¡Me da igual lo que hagas imbécil! Jamás me llegarías a la suela del zapato. Si es que sabes lo que es eso, claro. – Le insulté, esperando tocar demasiado su conciencia, pero no esperaba mayor respuesta que la de pensar sobre lo que había dicho. Éste apenas había entendido lo que dije, pero se limitó a apretar la navaja haciéndome sangrar leve. – Oh sí, eso… ¿Me vas a matar, cobarde? ¡Sí, eso harás! ¡Me vas a mataaaaaaaaaaaaaaar y le vas a decir a todos que a alguien la cuál podría ser tu hija te ha pegado, ¿no? No tienes escusa, irás a la cárcel y morirás pudriéndote en tu propia mierda, ¡CERDO! – Grité, enfadada con el mundo. Éste respondió zarandeándome. Me tiró al suelo, éste golpe si lo sentí. Me golpeó la cabeza, haciéndola sangrar, casi no me sentía bien pero me daba igual. La gente llegó a oír mis gritos, llamarían a la policía. Ellos salieron corriendo, mientras yo, me pudría en el suelo, poco a poco. – Ya me daba igual, volver a caer… Necesitaba llorar y vine a un lugar… No era consciente de mis palabras, la bebida calló en mi mano, y mi mano necesitaba anestesiar… No quiero que llores por mi muerte, porque sería una lágrima perdida, jamás olvides todo lo que te amo, porque siempre… siempre lo hice. Mis palabras serán en vano, porque no las podrás escuchar, pero yo si que te dije siempre, ‘te amaré hasta mi final’ – Cerré mis ojos, tras alcanzar a ver a una multitud. No tuve fuerzas para decir ninguna palabra más. Las lágrimas cayeron al suelo. Esperé que mis palabras fuesen a su corazón.

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